Hace algunos años, mi esposa Dorothea y yo atravesábamos los jardines de un templo en un país extranjero, y nos topamos con una hermana de cabello cano que parecía muy feliz. Su rostro alegre, semejante al de Cristo, parecía distinguirla de aquellos que la rodeaban, y me sentí inclinado a pedirle que me explicara por que se veía tan feliz y contenta en la vida. Sonriente, nos dijo: “Hace varios años, yo tenía prisa por casarme y, francamente, después de unos meses, me di cuenta de que me había casado con el hombre equivocado”. Después continuó: “El no tenía ningún interés en la Iglesia como me había hecho creer, y me trató muy mal durante varios años. Un día llegue a la conclusión de que ya no podía seguir soportando esa situación, de manera que, desesperada, me puse de rodillas y le pregunte a mi Padre Celestial si El estaba de acuerdo con que me divorciara de mi esposo. “Tuve una experiencia muy peculiar”, comentó. “Después de haber orado fervientemente, el Espíritu me reveló var...
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