Las Escrituras nos dicen que Dios “es el mismo... ayer, hoy y para siempre (D. y C. 20:12). La verdad inmutable de nuestro Padre Celestial tanto en palabra como en hechos permitió que el Salvador confiara en las enseñanzas de su Padre y se entregara a la voluntad de El. En forma similar, será más probable que nuestros hijos crean en nuestras enseñanzas y sigan nuestro ejemplo si nos esforzamos por ser constantes. Nadie es perfecto. Todos intentamos reaccionar con calma cuando alguien tira un vaso de leche, saca una mala calificación en la escuela o llega tarde a casa después de una fiesta. Sin embargo, a veces nos alteramos. Pero existe un antídoto confiable a nuestra inmadurez al tratar con hijos inmaduros, y es el esforzarnos por ser constantes en responder correctamente. Si con un espíritu de amor podemos estar dispuestos a hacer el bien, tarde o temprano llegaremos a reducir al mínimo los efectos de nuestras debilidades. La constancia es más valiosa que el comportamiento exagerado ...
"AQUÍ NO HALLARÁS LOS FRUTOS, SINO SÓLO LAS SEMILLAS."