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Mostrando entradas de 2015

JOSÉ: El más digno de todos los mortales

Como padre, he pensado muchas veces en José, ese hombre fuerte y silencioso, casi desconocido, que debió de haber sido el más digno de todos los mortales para ser el padre adoptivo del Hijo viviente de Dios. Fue José el elegido entre todos los hombres para enseñar a trabajar a Jesús; fue José quien le enseñó los libros de la Ley; fue José quien, en la soledad del taller, le ayudó a comenzar a comprender quién era Él y lo que llegaría a ser. Con lo que José debió de haber sentido al caminar por las calles de una ciudad desconocida, sin amigos ni familiares cerca, sin nadie que estuviera dispuesto a tenderle una mano. En esas últimas y más dolorosas horas de su "confinamiento", María cabalgó o caminó aproximadamente ciento sesenta kilómetros, desde Nazaret en Galilea, hasta Belén en Judea. Con toda seguridad, José debió haber llorado ante la valentía silenciosa de ella. Y solos, sin que nadie se percatara de su situación, rechazados por los seres humanos, tuvieron que ir a un

Ustedes son hijos e hijas de Dios. No los rechazaremos, porque los amamos

Un agradable joven de poco más de veinte años se hallaba sentado frente a mí. Tenía una sonrisa simpática, aunque no sonrió mucho durante nuestra conversación. Lo que más me llamó la atención fue el dolor que se reflejaba en sus ojos. “No sé si debo seguir siendo miembro de la Iglesia”, me dijo. “No creo ser digno”. “¿Por qué no habrías de ser digno”, le pregunté. “Porque soy homosexual”. Supongo que pensó que sus palabras me iban a sorprender. Pero no fue así. “¿Y qué…?”, le pregunté. Una expresión de alivio le cruzó la cara al percibir la compasión en mí. “No me atraen las mujeres, sino los hombres. He tratado de dejar de lado esos sentimientos o de cambiarlos, pero…” Dejó escapar un suspiro. “¿Por qué soy así? Los sentimientos que tengo son algo muy real”. Permanecí en silencio un momento y luego le dije: “Necesito saber un poco más antes de aconsejarte. Mira, la atracción hacia los del mismo sexo no es un pecado, pero las acciones provocadas por esos sentimientos sí l