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Tú tienes disponible esa misma ayuda si vives dignamente


Dos misioneros, que estaban espiritualmente "en llamas", habían pasado un día muy ocupados en establecer una rama de la Iglesia en una aldea remota. Esa mañana, a las cinco y media, habían enseñado a una familia antes de que el padre se fuera a trabajar en el campo; más tarde, habían revocado las paredes de adobe de su casa para que no entraran los insectos dañinos. En esa semana habían hecho un pequeño piso de cemento y colgado una lata grande con agujeros para poder bañarse. Habían empezado una instalación de saneamiento y renovado la grava y la arena del filtro de agua; y parte de ese día habían trabajado con los hombres en los campos a fin de poder después enseñarles. Estaban agotados y listos para un merecido descanso.

Entonces se oyó un golpe apremiante en la puerta. Allí había una niña llorando; había corrido y estaba sin aliento. Se esforzaron por entender sus palabras, que brotaban a borbotones en medio de los sollozos. Su padre se había lastimado la cabeza gravemente mientras iba montado en un asno, en la obscuridad, y ella sabía que moriría a menos que los elderes le salvaran la vida. Los nombres de la aldea lo llevaban para allí en ese momento. La niña les rogó por su padre y volvió junto a él. Los jóvenes empezaron a vislumbrar lo serio de la situación. Estaban en una remota aldea donde no había médicos ni clínicas, tampoco teléfono. El único camino para salir de allí era una senda rústica por el lecho de un río, y ellos no tenían coche. La gente del valle les tenía confianza. Los misioneros no sabían nada de medicina, ni cómo curar una herida grave en la cabeza; pero conocían a alguien que lo sabía. Se arrodillaron a orar y explicaron el problema a su Padre Celestial, con la seguridad de que El comprendería.

Le suplicaron Su guía, sabiendo que no podrían salvar una vida sin Su ayuda. Entonces sintieron la impresión de limpiar y cerrar la herida y de dar al hombre una bendición. Pero uno de ellos preguntó: "¿Cómo aguantará el dolor? ¿Cómo le limpiaremos la herida y lo bendeciremos en medio de todo ese sufrimiento?" Se arrodillaron de nuevo y rogaron: "¡No tenemos medicinas ni anestesia! ¡Por favor, Padre, haznos saber qué hacer! ¡Por favor, bendícelo!" Al levantarse, llegaron los hombres con el herido. Aun a la tenue luz de la vela se dieron cuenta de que la lesión era muy grave; el sufrimiento era intenso. Al comenzar a limpiar la herida, sucedió algo extraño: el hombre se durmió. Con ansiedad, hicieron cuidadosamente la limpieza, cerraron la herida y le pusieron una venda improvisada. Al ponerle las manos sobre la cabeza para bendecirlo, él despertó pacíficamente. La oración había sido contestada; le habían salvado la vida. Con esto aumentó la confianza de la gente y la rama de la Iglesia creció en el lugar.

Los misioneros pudieron salvar aquella vida porque confiaron en el Señor; y supieron orar con fe para pedir ayuda en un problema que no podían resolver solos. Porque eran obedientes al Señor, El confió en ellosy respondió a su oración. Y ellos habían aprendido a reconocer la respuesta, que les llegó como una serena inspiración del Espíritu. Tú tienes disponible esa misma ayuda si vives dignamente.El Salvador dijo: " . . . cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, creyendo que recibiréis, si es justa, he aquí, os será concedida." (3 Nefi 18:20.)

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