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ACTITUDES Y APTITUDES por George Albert Smith, hijo



¿Encontramos alguna similitud entre la manera en que Jesús escogía a sus discípulos hace veinte siglos, y los métodos que emplean en la actualidad los hombres de negocios al seleccionar a sus directores?
Es una pregunta intrigante que no se puede discutir fácilmente en una frase breve. Es evidente que los propósitos de seleccionar eficientes directores de negocios, no se comparan a los propósitos que Jesús trató de lograr, sin embargo pueden señalarse algunas semejanzas generales.

En ambas situaciones, el líder debe ser completamente consciente de lo que desea lograr, debe poseer verdadera habilidad de dirigir y la capacidad de distinguirla en otras personas. No debe esperar perfección, pero tampoco debe conformarse con la mediocridad o algo menos que la lealtad, pero sí debe esperar voluntad para aprender y trabajar muchas veces con grandes desventajas. Esto significa dar tal importancia al valor básico de la empresa, que los escogidos donarán ilimitadamente a la causa inspirados y motivados mientras que el director del negocio (o el Señor) proporciona guía personal, no obstante llevando a cabo el trabajo esencial por sí mismos, siempre y cuando el peso de dirigir recaiga sobre ellos, no importa cuál sea la razón. De esta manera ponen en evidencia su fe en la causa o la empresa. Si esto resulta ser así, no obstante que normalmente ocurrirán algunos errores en la selección y actuación, no serán fatales; lo cual cuando suceda requerirá algunos cambios necesarios. Con la experiencia y la responsabilidad se obtienen nuevas perspectivas; también poderes nuevos con las necesidades
recién descubiertas.

MENTES Y CORAZONES FUERTES

El líder del mundo de los negocios, trata de rodearse de oficiales que posean la variedad de las habilidades requeridas. Deben estar capacitados y dispuestos a trabajar con los directores supremos y el uno con el otro, lo cual involucra actitudes así como habilidades. No puede discutirse el hecho de que para edificar su organización, Jesús escogió predicadores experimentados, maestros entrenados, organizadores eficaces y alumnos hábiles. Estaba entonces más interesado en las actitudes la voluntad para aprender el oficio? Quizás sí, pero en esa época, cuando los logros escolásticos eran limitados, él también conocía las aptitudes de los hombres y seguramente hubiera llamado a aquellos que poseían inteligencia, valor y fuerza física para establecer la nueva frontera. El llamó hombres que conocían los valores prácticos de sus tiempos.Jesús conocía las metas de largo alcance de su organización, mejor que los hombres de negocios de la actualidad, y la manera en que el calibre de sus hombres cerraría la brecha de dos mil años para dar fuerza e influencia a la organización en su lucha final por el triunfo. A fin de lograr sus metas inmediatas, propagar el evangelio y establecer su Iglesia en el meridiano de los tiempos, ¿seleccionó Jesús las mentes y corazones fuertes que eran necesarios para llevar a cabo la obra? Veamos.

PESCADORES, AGRICULTORES, PASTORES
En cierto sentido, Jesús estaba trabajando en un movimiento religioso actual: el judaismo. En otro sentido estaba restaurándolo y mejorándolo, si no reemplazándolo. Este involucraba metas, valores, métodos y propósitos. Durante la época de Jesús, y por muchas generaciones previas, los judíos fueron y habían sido una nación avasallada. Entre ellos había sacerdotes, profetas y aun reyes, sin embargo, todos ellos estaban sometidos a gobernantes extranjeros. El lector recordará que por mucho tiempo existió el deseo de tener un Salvador o Redentor (se le dan varios nombres) que pudiera librarlos de su cautiverio. Con este conocimiento, se podría suponer fácilmente que Jesús mismo provino de una familia de las clases reconocidas, sacerdotales y gobernantes. Por lo menos podemos imaginarlo buscando a algunos o a todos sus apóstoles de tales grupos; sin embargo no fue así. AI igual que José, él era carpintero; escogió pescadores, agricultores, pastores, un siervo civil y varios artesanos sencillos. Probablemente lo que tenían en común era que estaban familiarizados con las escrituras, las tradiciones, esperanzas y problemas de lo que podríamos llamar la clase trabajadora aristócrata. De lo poco que sabemos respecto a ellos, representaban un vasto espectro de disposiciones.

Seguramente todos reconocían que Jesús era una persona extraordinaria, de manera que estaban dispuestos a abandonar o no hacer caso alguno de sus ocupaciones. Lo acompañaron casi a dondequiera que fue, lo observaron cuidadosamente, le hicieron muchas preguntas y siguieron sus órdenes a pesar de que a menudo no entendían completamente el propósito o significado de lo que hacían. El breve registro de su corto ministerio, que nos proporciona información aún menos detallada acerca
de los apóstoles, sugiere que probablemente en la opinión de la mayoría o todos ellos, había por lo menos discrepancias ocasionales entre lo que ellos pensaban que él deseaba lograr y cuáles era sus propósitos básicos.

Lo que ellos esperaban ver y oír a menudo afectaba lo que El verdaderamente les decía y trataba de aclararles. El lector recordará incidentes sobre la fe tan inmensa que los apóstoles tenían en El y sus enseñanzas, al igual que períodos ocasionales de duda por parte de algunos de ellos Traición, denegación y duda El registro, y los acontecimientos finales de la vida de Jesús sobre la tierra, exponen claramente que la "gente en el poder" tanto secular como eclesiástico a quienes en ocasiones El castigó abiertamente, lo consideraron como un perturbador, y frecuentemente como a un revolucionario peligroso. Sus contemporáneos amigos y enemigos se maravillaron por lo que enseñaba, por sus milagros, por lo que se atrevió a hacer, a quiénes se atrevió a llamar bienaventurados y a quién se atrevió a condenar.

A pesar de que deseó renovar lo mejor de todos los hombres, salvarlos de todas las consecuencias del pecado y la maldición personal e histórica, finalmente fue crucificado por aquellos que temían a su gran poder. Esto parece irónico, pero no es algo incomprensible. La naturaleza humana generalmente ha valorado altamente la riqueza, el poder político y social, así como su posición, y de esta manera temido a cualquiera o cualquier causa que contrariara tal ambición, para aumentar la justicia humana y dar importancia máxima a la compasión.

Jesús lloró por aquellos que no serían salvos, y le pidió a Dios que perdonara a sus crucificadores por la ignorancia en que actuaron. En la confusión de sus últimas horas, a pesar de la lealtad expresada previamente, Judas lo traicionó y Pedro lo negó. Después de su muerte y resurrección, Tomás dudó de lo que había visto; y muchos otros parecieron no reconocer a Jesús cuando se les apareció de nuevo.
Fiel a su llamamiento El registro afirma que después de la crucifixión hubo días de perplejidad, e indudablemente aflicción por sus apóstoles y otros. No fue sino hasta después de Pentecostés, cuando su entendimiento fue abierto mediante el don del Espíritu Santo (véase Juan 20: 22), que los apóstoles parecieron darse cuenta de lo que para ellos y todos los hombres fue el significado fundamental del ministerio de Cristo, su vida, muerte, resurrección, sus visitas esporádicas a ellos, su partida final y su promesa de una segunda venida.

Después de la partida de Jesús, Judas fue reemplazado por Matías, y Pablo se unió a los otros como un activo portador del mensaje. Después de eso, todos los apóstoles de quienes tenemos algún registro bíblico o secular dieron todo su tiempo para enseñar lo que Jesús les había enseñado; exhortaban a todos los hombres a creer en la sabiduría de los principios del Maestro, que vivieran de acuerdo a ellos cosechando los beneficios y ganancias eternas que de esa manera se pueden lograr.
¿Escogió Jesús sabiamente a sus apóstoles?
¿le sirvieron bien y eficazmente?
Hasta el tiempo de su muerte llevaron adelante su obra y testificaron fielmente de las "nuevas de gran gozo". Esta pregunta merece un enfático "sí" como respuesta.

*George Albert Smith, Jr., hijo del presidente George Albert Smith, octavo Presidente de la Iglesia, fue profesor de Administración de Empresas en la Universidad de Harvard. Falleció el 12 de octubre de 1969.

Comentarios

  1. buenos dias, me da gusto haber leido este articulo en este blog que fue encontrado por casualidad, aunque sabemos los que aman a Cristo todo es para bien y tambien que no existen las casaualidades, buscando una imagen que insertara en el tema que hablare de trabajando bajo presion basado en Proverbios 24:10 di con su blog Hermano, disculpe mi atrevimiento, y pedirle su autorizacion para usar la imagen..quedo atento a su amable respuesta Guillermo Aguilar....email.. estrategiasdenegocios@gmail.com

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