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¿QUE SIGNIFICA ARREPENTIRSE? (Parte 2)


Cuando nos esforzamos por arrepentimos, podemos sufrir física y mentalmente, pero la determinación que habremos tomado de dedicarnos a nuestro Padre Celestial nos permite tolerar el proceso del arrepentimiento, durante el cual debemos recordar que el Señor no nos castiga por nuestros pecados; simplemente nos retira sus bendiciones. Somos nosotros los que nos castigamos a nosotros mismos. Reiteradamente las Escrituras nos dicen que "es por los inicuos que los inicuos son castigados" (Mormón 4:5). Veamos un ejemplo para aclarar este concepto. Supongamos que mi madre me dice que no toque la cocina (estufa) porque está caliente y me voy a quemar. Al hacerlo, ella me hace saber las cosas como son; me enuncia una ley. Si yo, ya sea por olvido o deliberadamente, toco la cocina caliente, me quemo. Puedo llorar y lamentarme, pero ¿quién es responsable de mi quemadura? No puedo culpar a mi madre y por cierto que tampoco a la cocina. Yo, y nadie más, soy el único responsable; yo me castigo a mí mismo.

Este ejemplo pasa por alto el principio de la misericordia, un elemento muy importante que voy a aclarar al analizar el segundo paso del proceso del arrepentimiento, o sea, la restitución, o, de acuerdo con el pasaje de referencia, "devolver lo que hubiere robado". Si habéis robado dinero y otros objetos, podríais reponerlos, poco a poco, aun cuando sean grandes cantidades. Pero ¿qué sucede si os habéis robado la virtud?
¿Hay algo que podáis hacer, aun por vosotros mismos, para devolveros la virtud?
Aun cuando dierais vuestra propia vida, no podríais hacerlo.
Entonces, ¿quiere decir que no vale la pena intentar la restitución haciendo buenas obras? ¿Acaso significa que vuestro pecado es imperdonable? ¡No! Jesucristo pagó por vuestros pecados, y así satisfizo las demandas de la justicia. Por lo tanto, El será misericordioso con vosotros si os arrepentís. Cuando os arrepentís verdaderamente, cambiando vuestra vida, permitís que Cristo, en su misericordia, os perdone vuestros pecados. Cuanto más serio sea el pecado, mayor será el esfuerzo que habremos de hacer para arrepentimos; pero si diariamente procuramos volver completamente al Señor, podremos permanecer sin mancha ante el Salvador.

La clave en todo esto radica en permitir que el Señor complete el proceso de cicatrización sin volver a abrir la herida. Así como que se requiere tiempo para sanar una herida del cuerpo, del mismo modo se requiere tiempo para sanar una del alma. Por ejemplo, si me corto, la lastimadura paulatinamente se curará. Pero mientras se cura puede picar, y si me golpeo o estiro la piel, puede volverse a abrir, lo que prolongará el período de cicatrización. Pero existe un peligro aún mayor: que si me rasco, se me infecte por los microbios en los dedos, lo que me puede hacer perder un miembro del cuerpo o hasta la vida misma. Tenemos que dejar que las heridas físicas se curen, y si son de cuidado, debemos consultar a un médico. Lo mismo sucede con las heridas del alma. Permitid que la herida se sane sin "rascarla" con vanas lamentaciones. Si la transgresión es seria, es necesario confesarla. Id a vuestro obispo en busca de ayuda espiritual. Es muy posible que sufráis mientras él desinfecte la herida o le ponga puntadas para cerrarla, pero se curará debidamente.

PENSAMIENTOS POSITIVOS Y VIRTUOSOS
Mientras os encontráis en el proceso del arrepentimiento, sed pacientes. Manteneos ocupados con pensamientos positivos y virtuosos, así como con obras y acciones que os permitan volver a ser felices y a llevar una vida útil.
Mientras dirijamos nuestros pensamientos a lo malo y al pecado, y nos neguemos a perdonarnos a nosotros mismos, lo más probable es que volvamos a nuestros pecados. Pero si nos apartamos de nuestros problemas y transgresiones y los eliminamos, tanto de nuestros pensamientos como de nuestros hechos, podremos concentrarnos en obras buenas y positivas, y al volcarnos de lleno a luchar por causas dignas, no tendremos la tentación de pecar. Veamos ahora el tercer paso del proceso del arrepentimiento, que es abandonar el pecado o hacer el esfuerzo por "caminar en los estatutos de la vida", como lo cita el versículo mencionado.

Debemos abandonar los pecados, uno por uno, y si lo hacemos, tenemos la promesa del Señor que dice: "No se le recordará ninguno [ni uno solo de ellos] de sus pecados que había cometido; hizo según el derecho y la justicia; vivirá ciertamente" (Ezequiel 33:16). El Señor dijo al profeta José Smith: "He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado;
y, yo, el Señor, no los recuerdo más". ¿Cómo sabemos que alguien se ha arrepentido de
sus pecados? El Señor nos da la respuesta en el siguiente versículo: Por esto podréis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará" (D. y C. 58:42-43). Sabemos que la confesión es uno de los pasos preliminares al arrepentimiento total. Cuando se trata de pecados serios, hay que confesarlos al obispo o presidente de estaca que tenga la autoridad para recibir dicha confesión. Además, hay que recibir el perdón de las personas que se hayan visto afectadas por nuestro pecado. No se deben hacer confesiones o súplicas en público a menos que el pecado cometido haya sido en contra del público en general.

El arrepentimiento de pecados graves lleva tiempo y dedicación. Ya sea que se trate de transgresiones pequeñas o muy serias, el paso final del proceso del arrepentimiento abandonar el pecado y volverse a nuestro Padre Celestial— es no volver a cometer el mismo error. Debemos estar agradecidos por el Salvador, que está siempre dispuesto a ayudarnos a superar nuestros errores y pecados. El nos ama y nos comprende y sabe que debemos enfrentar la tentación. En el Libro de Mormón, el rey Benjamín explica una de las formas en que podemos demostrar nuestra gratitud al Señor por la gran misericordia que tiene hacia nosotros, y por su sacrificio expiatorio en beneficio nuestro. Dice así: "Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis en el servicio de vuestros semejantes, sólo estáis en el servicio de vuestro Dios" (Mosíah2:17).
Dios es misericordioso y nos ha provisto el camino a seguir para arrepentimos de nuestros pecados y escapar del cautiverio del dolor, la pena, el sufrimiento y la desesperación que vienen como consecuencia de la desobediencia. Como sus hijos, es necesario que comprendamos el verdadero significado de la palabra arrepentimiento, que nos ofrece un horizonte de luz en medio de la obscuridad.
ÉLDER THEODORE M. BURTON DEL PRIMER QUORUM DE LOS SETENTA –
( Liahona Nov. 1988 pág. 8 al 13)

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