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“VEO MUCHO BIEN EN ESTE ÉLDER”

De uno de los ayudantes del presidente de nuestra misión aprendimos también una hermosa lección sobre la consagración. Se había decidido que uno de los misioneros regresara a casa antes de finalizar su misión porque había sido desobediente en varias ocasiones a pesar del consejo y de las repetidas advertencias que había recibido y los acuerdos que había hecho de seguir esos consejos. Ya se habían comprado los pasajes del avión y se había obtenido la aprobación pertinente de la Presidencia del Área Sudamérica Sur y del Departamento Misional para que el misionero regresara a su casa.

Cuando los ayudantes hicieron pasar al misionero para su última entrevista, protestó enérgicamente y entre lágrimas dijo que no quería ir a casa. Prometió mejorar y dijo que firmaría todavía otro acuerdo. Desesperado, el presidente Oveson citó a su oficina a los dos ayudantes y a su esposa, la hermana Oveson, y pidió al élder que aguardara afuera mientras se estudiaban los posibles cursos de acción. La hermana Oveson, algo impaciente por la situación, creía que mandar al misionero a casa era la única opción razonable. “Si se le permite quedarse”, afirmaba, “los demás misioneros podrían pensar que la obediencia no es importante”.

Uno de los ayudantes dijo: “Estoy de acuerdo con la hermana Oveson. No creo que tengamos otra alternativa”.

Cuando el presidente Oveson solicitó la opinión del otro ayudante, éste dijo: “Veo mucho bien en este élder. Presidente, si me permite regresar al campo misional, tomaré a este misionero por compañero durante el resto de mi misión. Me haré cargo de él y le ayudaré a ser un misionero amoroso y obediente”.

Cuando el élder terminó de hablar, todos teníamos lágrimas en los ojos. No podíamos creer que hubiera alguien tan amoroso y bondadoso, y mucho menos un misionero de 20 años. Accedimos a su petición. Al principio le fue extremadamente difícil, pero poco a poco su compañero menor aprendió mucho de él y se convirtió en un misionero digno de confianza. Cuando el compañero mayor se fue a casa, su compañero permaneció en la misión y con el tiempo llegó a ser compañero mayor y entrenador antes de que se le extendiera un relevo honorable.

Lo que siguió a esta experiencia verdadera es que el que una vez fue un misionero rebelde se ha casado y sellado en el templo y él y su esposa tienen un hijo; son activos en la Iglesia y colaboran en la edificación del reino. ¡Qué gran cambio produjo una persona cristiana y consagrada en la vida de ese misionero y de su futura familia!

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