Todos buscamos la felicidad y la mayoría nos dejamos influir a diario por lo que pensamos que nos va a hacer felices o nos va a dar gozo, El Señor ha dicho que “existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:25).recuerdo lo aprendido de W. Eugene Hansen que enseñaba sobre como los autores de la Constitución consideraban que la felicidad era tan importante que la pusieron al mismo nivel que la vida y la libertad. La Declaración dice:
“Afirmamos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres fueron creados iguales, que su Creador les ha dado ciertos derechos irrevocables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Un discurso que dio el presidente David O McKay en el que menciono lo que había dicho John D. Rockefeller, en ese entonces uno de los hombres mas ricos del mundo, y que aparentemente sufría de problemas estomacales: “Preferiría gozar de una buena comida que tener un millón de dólares”. Y con una guiñada, el presidente McKay dijo: “Por supuesto, el dijo eso porque tenía un millón de dólares”.
Admito que es importante tener suficiente dinero para nuestras necesidades, pero fuera de eso, las riquezas tienen muy poco que ver con la felicidad verdadera. A menudo, lo que produce la mayor satisfacción son el trabajo y el sacrificio que se hacen para ganar dinero con un fin justificado.
Las palabras de William George Jordan nos enseñan sobre eso:
“La felicidad no siempre requiere éxito, prosperidad o logros especiales; muchas veces proviene del gozo del esfuerzo esperanzado, de la dedicación de nuestras energías a un fin justo. La raíz de la verdadera felicidad esta plantada en la abnegación y su flor es el amor” (The Crown of Individuality, 2a. ed., Nueva York: Fleming H. Revell Co., 1909, págs. 78–79).
¿Que es la felicidad entonces? ¿En que se diferencia del mero placer? Cito las palabras del elder Talmage:
“La felicidad es el alimento verdadero, sano, nutritivo y dulce; fortifica el cuerpo y produce la energía para obrar, física, mental y espiritualmente. El placer no es sino un estimulante engañoso que, como la bebida espiritosa, hace a uno creer que es fuerte, cuando en realidad esta desfallecido; le hace suponer que esta bien, cuando padece de una enfermedad incurable.
“La felicidad no deja un sabor amargo en la boca, no viene acompañada de una reacción deprimente; no exige el arrepentimiento, no causa pesar, no produce remordimiento. El placer con suma frecuencia hace necesario el arrepentimiento, la contrición y el sufrimiento; y, cuando se le da rienda suelta, conduce a la degradación y la destrucción.
“La memoria puede evocar una y otra vez la felicidad verdadera, siempre renovando el bien original. Un momento de placer impío puede causar una herida punzante, la cual, semejante a un aguijón en la carne, es causa de constante angustia.
“La felicidad no tiene relación con la frivolidad, ni esta emparentada con el regocijo superficial. Se origina en las fuentes mas profundas del alma, y con frecuencia viene acompañada de lágrimas. ¿Os habéis sentido alguna vez tan felices que tuvisteis que llorar? Yo si”
(véase Jesús el Cristo, pág. 262).
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