LAS PROMESAS DELTEMPLO Y NUESTRA IMPACIENCIA TERRENAL

QUISIERA HABLAR SOBRE LAS PROMESAS DEL TEMPLO Y NUESTRA IMPACIENCIA TERRENAL, y bueno esto es parte de lo que compartí en la Sacramental de mi barrio:


Toda actividad, toda lección, todo lo que hacemos en la Iglesia señalan hacia el Señor y Su Santa Casa. Cada santo templo es un símbolo de nuestra calidad de miembros de la Iglesia, es una señal de nuestra fe en la vida después de la muerte y constituye un paso sagrado hacia la gloria eterna tanto para nosotros como para nuestros familiares. Cada una de las ordenanzas del templo "no es tan sólo un rito por el que se pasa, sino un acto de prometer en forma solemne"

El Señor dice que “cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa” (D. y C. 130:21). y nos asegura : “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis” (D. y C. 82:10).Estas preciosas promesas incluyen el perdón de nuestros pecados cuando confesemos y abandonemos” (D. y C. 58:43; D. y C. 1:32). El que se abran las ventanas de los cielos es una promesa del pago fiel del diezmo (Mal 3:10), a los que guardan la Palabra de Sabiduría se les otorgan “…grandes tesoros de conocimiento…” (D. y C. 89:19). Aquellos que estén sellados y guarden sus convenios, recibirán la gloria de Dios, la cual “…será una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás” (D. y C. 132:19).

Cada templo hnos es una casa de instrucción. Allí se nos instruye en el camino del Maestro. Las enseñanzas del templo son hermosamente sencillas y sencillamente hermosas. Las comprenden los humildes y al mismo tiempo estimulan el intelecto de las mentes brillantes. Con cada ordenanza se hace un convenio: una promesa. Un convenio que se hace con Dios no es una restricción, sino una protección. Los convenios no nos limitan; nos elevan más allá de los límites de nuestro propio poder y perspectiva. A menudo, en nuestra impaciencia terrenal, puede que perdamos la visión de las preciosas promesas del Señor y desconectemos la obediencia del cumplimiento de esas promesas. El Señor ha declarado: D. y C. 58:31–33). La vida en esta tierra era sólo un viaje y no el destino final. Cuando Abraham tenía 75 años, el Señor le prometió: “…haré de ti una nación grande”; eso sucedió cuando todavía no tenían hijos (Gén 12:2). Él tenía 86 cuando la sierva de Sarai, Agar, “dio a luz a Ismael” [hijo de] Abram (Gén16:16)., y cuando él tenía casi cien años y ella 90, se les prometió que Sara daría a luz a un hijo al que deberían llamar Isaac (véase Gén 17:17, 19). Ante la incredulidad de ella, el Señor preguntó: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Génesis 18:14). “Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez” (Gén 21:2), y el Señor prometió: “…multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar” (Gén 22:17).

El joven Isaac creció y cuando tenía 40 años se casó con Rebeca. “Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer” y tuvo gemelos, Esaú y Jacob, cuando su padre tenía 60 años de edad. (Véase Gén 25:20–26).Al madurar Jacob y llegar a la edad adecuada, sus padres lo enviaron a casa de Labán, donde conocería a Lea y Raquel. Jacob le dijo a Labán: “Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor… Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba” (Gén 29:18, 20).Se acordarán de cómo Labán engañó al joven Jacob para que se casase primero con Lea y luego con Raquel. (PUES LA MERCADERÍA SALE POR ORDEN DE LLEGADA) “Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril” (Gén 29:31); y Lea concibió a Rubén, a Simeón y después a Levi y a Judá. y, Raquel seguía sin tener hijos ( Gén 29:32–35).

Con envidia y frustración cada vez más grandes, un día Raquel le exigió a Jacob: “Dame hijos, o si no, me muero” (Gén 30:1). Y SABEN QUE PASO? Posteriormente, Lea su hermana dio a luz a dos varones más y a una niña.¿ se imaginan los sentimientos de Raquel? El apóstol Pedro testifica en (2 Pedro 3:9). Hoy en día, en que la tintorería limpia la ropa en una hora y que hay restaurantes de comida rápida o nuestro seguro llegan en 15 minutos, si no se recibe un bono de 200 dólares, y en ½ hora es gratis todo ello puede llegar a parecernos que nuestro amoroso Padre Celestial ha perdido nuestras promesas, las ha puesto en lista de espera o en una carpeta con el nombre equivocado. Tales eran los sentimientos de Raquel. Pero con el paso del tiempo, nos encontramos con 6 de las palabras más hermosas de Escritura sagrada: “Y se acordó Dios de Raquel” (Gén 30:22); y ella fue bendecida con José y después con el nacimiento de Benjamín. Hay millones hoy que son descendientes de José, que han aceptado la promesa abrahámica de que por sus esfuerzos “serán bendecidas todas las familias de la tierra.

Cuál es la fuente de ese poder moral y espiritual? Y ¿cómo se obtiene? La fuente es Dios; obtenemos ese poder mediante los convenios que hacemos con Él, Dios se compromete a sostenernos, a santificarnos y a exaltarnos a cambio de nuestro compromiso de servirle y de guardar Sus mandamientos. Todo esto no significa que la vida dentro del convenio se halla libre de desafíos ni que el alma obediente deba sorprenderse si su paz se ve interrumpida por la desilusión. Si piensas que la rectitud personal debe librarnos de toda aflicción o sufrimiento, quizás debas conversar con Job. El Señor dijo en cuanto a la Iglesia: (D. y C. 97:8–9).

Los convenios divinos producen cristianos fuertes. En los momentos de aflicción, CUANDO LO UNICO QUE PUEDAS DECIR AL PADRE ES " QUIERO QUE SEPAS QUE LO ESTMOS PASANDO MAL" asegúrate de que tus convenios tengan primordial importancia y que obedezcas con exactitud; entonces puedes pedir con fe, sin dudar en nada, según tus necesidades, y Dios responderá; Él te sostendrá al trabajar y al velar. En Su propio tiempo y a Su propia manera, Él te extenderá Su mano y te dirá: “Heme aquí”. Cuando las promesas de los cielos que recibimos en el templo parezcan muy lejanas, ruego que cada uno de nosotros acepte esas preciosas y grandísimas promesas y nunca las deje escapar. Y tal como Dios recordó a Raquel, Dios los recordará a ustedes.