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Pautas Breves y Prácticas de Enamorarse Verdaderamente,(5 a 8)



Han sido semanas muy atareadas, a fin estoy de nuevo con algunas respuestas encontradas del articulo del hno Hafen a sus preguntas que despertaron este 14 de febrero en algunos de ustedes.

Quinto: Al procurar hallar el cumplimiento de vuestros anhelos románticos, vivid siempre dignos dé contar con la presencia del Espíritu Santo para que sea vuestra guía constante. No cortejéis a nadie con quien ya sabéis nunca os casaríais. Si os enamoráis de alguien con quién no debéis casaros, no podéis esperar que el Señor os aparte de esa persona después que os halléis emocionalmente atados a ella. En general, recordad que para buscar una compañera o un compañero eterno, así como para edificar la amistad que os conduzca a ese fin, necesitáis —tanto como para cualquier otro propósito la guía del Espíritu Santo. La clave para obtener guía espiritual no yace en la duración del tiempo que se ora, ni en la forma que se sigue para orar ni en lo que se dice. La clave para recibir guía espiritual se encuentra en una sola cualidad: a de ser moralmente dignos. Os recomiendo que dentro de poco, cuando tengáis la ocasión de dedicar unos minutos al estudio de las Escrituras, comparéis la sección 63:16 con la sección 121:45-46 de Doctrina y Convenios.

En el primero de esos dos pasajes, encontraréis que "el que mira a una mujer para codiciarla, o si alguien comete adulterio en su corazón", tendrá que sufrir el peso de tres consecuencias considerablemente perjudiciales: Uno, no tendrá el Espíritu; dos, negará la fe; y tres, temerá. Por otra parte, en contraste directo con las tres consecuencias mencionadas de llenar la mente de codicia [lujuria], advertid las tres cosas que suceden cuando, como se describe en Doctrina y Convenios 121:45-46, dejáis que "la virtud engalane tus pensamientos incesantemente": El Espíritu Santo será vuestro compañero constante; en lo referente a guardar ia fe, la doctrina del sacerdocio destilará sobre vuestra alma como rocío del cielo; y, al contrario del temor que sienten los codiciosos, aquellos cuyas mentes estén llenas de virtud hallarán que su confianza se fortalecerá en la presencia de Dios.

Sexto: Evitad formaros el hábito de sentir conmiseración por vosotros mismos y no os preocupéis demasiado por aquellas ocasiones en que socialmente no obtengáis el éxito esperado. Recordad este adagio: "No todas las personas del mundo tienen que enamorarse de ti y casarse contigo: se requiere tan sólo una". El desaliento que podáis sentir es muchas veces una forma de expresión de la inseguridad que todos experimentamos al procurar encontrarnos a nosotros mismos. Es probable que sin la aprobación evidente de vuestra valía personal manifestada por medio del éxito social, deis en comenzar a dudar de si vuestra vida vale en realidad la pena. Esa clase de duda de la propia capacidad es sólo parte de un problema mayor que nos acompaña a la mayoría de los seres humanos, casados y solteros, todos los días de nuestra vida.

A veces, nos preguntamos si el Señor nos ama; también nos preguntamos si otras personas nos aman. Y así es que equivocadamente comenzamos a buscar los símbolos del éxito, sean éstos los del ser popular o ricos o famosos dentro de nuestro propio ambiente. Existe el peligro de que podáis permitir a alguien que se tome libertades indebidas con vuestro cuerpo o de que os entreguéis a alguna práctica que al parecer os brinde algún placer pasajero, pero que a la larga soto os hará sentíros peor. Hay quienes aun toman malas decisiones matrimoniales, sólo por demostrar al mundo que alguien se interesa en ellos. Sin embargo, lo único que importa es que el Señor apruebe vuestra vida. Si procuráis hacer Su voluntad, todo lo demás se arreglará. No olvidéis jamás que todas las cosas obran juntamente para el bien de aquellos que aman a Dios. (Véase Romanos 8:28.)

Tal vez el tiempo de vuestro matrimonio no llegue sino hasta el otoño de vuestra vida, y entonces "será doblemente más valioso porque habréis esperado su llegada" (Eternal Love, pág. 17). Aun si vuestro matrimonio no se verifica en esta vida, las promesas del amor eterno siguen vigentes en el recuento del tiempo del Señor, si tan sólo sois fieles.

Séptimo; Además de evitar la fornicación y el adulterio, debéis evitar a toda costa los actos homosexuales y el aborto. Estas son transgresiones sumamente serias. Aun las personas que sólo ayuden a otras a producir un aborto por no decir nada de las que apremien a otras a hacerlo corren el peligro de que se !es niegue el privilegio del servicio misional; también pueden ser llamadas ante un consejo disciplinario y corren el riesgo de perder su calidad de miembros de ella.

Octavo: Si por alguna experiencia desdichada en vuestro pasado habéis cometido una trangresión moral de la índole que hemos venido tratando, existe un medio por el cual podéis recibir el perdón total. En todas las Escrituras no hay promesa más gloriosa que la que encierran las palabras de Isaías, que habla como si fuera con la voz del Señor mismo: "... si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos, si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana." (Isaías 1:18-19.)
Si vuestras transgresiones son de carácter grave, será preciso que habléis con Vuestro obispo y que voluntariamente se lo confeséis todo. Aun cuando la sola idea de hacerlo os cause temor, tened la más absoluta seguridad de que después de hacerlo, os sentaréis infinitamente agradecidos de haber dado ese paso, puesto que os motivará para seguir progresando, y entonces tendréis paz interior, lo cual os infundirá mayor esperanza y os elevará más de lo que podéis imaginar. Y en caso de que os preguntéis cuál será vuestra condición a la vista del Señor tras confesar vuestras faltas al obispo, os recomiendo que meditéis en los pensamientos del élder Vaughn J. Featherstone, del Primer Quorum de los Setenta, los cuales expuso en un discurso que pronunció en la conferencia general de octubre de 1980 tocante al proceso del arrepentimiento de las transgresiones serias. Lo más memorable de ese sencillo y amoroso sermón fue la forma en que el élder Featherstone expresó su actitud para con aquellos que han tenido la valentía y la fe de confesar sus pecados y aun de enfrentar la disciplina de la Iglesia, de haber sido ello necesario. Por motivo de que me uno de todo corazón al sentir del élder Featherstone, quisiera mencionar a continuación una parte de su discurso:

"Tal vez he escuchado unas mil confesiones de transgresiones graves, y cada vez que un arrepentido transgresor ha salido de mi oficina, me he inclinado ante el Señor en oración, diciendo: 'Señor, perdónale, te lo ruego. De no ser posible, quita también mi nombre de tu libro. No deseo estar en un lugar donde esta persona no esté, porque es una de las más cristianas que he conocido'."Aun cuando sus pecados fueren como la grana, pueden llegar a ser emblanquecidos como la nieve [véase Isaías 1:18], y el Señor ha prometido que no los tendrá más presentes [véase D. y C.58:42]." ("Perdónalos, te lo ruego", Liahona de feb. de 1981, págs. 56-61.)

Aparte de todo lo que os he dicho a modo de amonestación con respecto a las condiciones sociales de nuestra época y a los límites que debéis imponeros al procurar encauzar en la debida forma vuestros sentimientos naturales, quisiera suplicaros que siempre recordarais que las enseñanzas del evangelio tocantes al amor romántico están llenas de esperanza y paz y regocijo de la categoría más edificante y sempiterna. Os testifico de todo corazón que los mandamientos de Dios tienen por objeto conducirnos a la máxima felicidad y que merece la pena esperar que llegue a vuestra vida el amor romántico y el matrimonio de la manera que el Señor lo ha dispuesto.

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