Un hijo dulce y obediente hará que el padre y la madre solamente reciban un curso básico de crianza de los hijos. Si cuentan con la bendición de tener un hijo que pruebe su paciencia hasta la enésima potencia, recibirán el curso de postgrado de crianza de los hijos.
En vez de preguntarse qué es lo que quizás hayan hecho mal en la vida premortal para merecer ese reto, podrían considerar al hijo que es un desafío como una bendición y una oportunidad para que ustedes lleguen a ser más semejantes a Dios. ¿Cuál de los hijos pondrá a prueba, desarrollará y refinará la paciencia, la longanimidad y otras virtudes cristianas en ustedes? ¿Sería posible que ustedes necesiten a ese niño tanto como él los necesita a ustedes?
Todos hemos oído el consejo de condenar el pecado pero no al pecador. Del mismo modo, cuando nuestros hijos se comportan mal, tenemos que tener cuidado de no decir cosas que les hagan pensar que lo que ellos hicieron mal es lo que ellos son.
“Nunca dejen que el fracaso pase de ser una situación a una identidad”, al usar designaciones que lo implican como “tonto”, “lento”, “holgazán” o “torpe”. Nuestros hijos son hijos de Dios. Ésa es su verdadera identidad y potencial. El plan de Él es ayudar a Sus hijos a superar los errores y el mal comportamiento, y a progresar a fin de que lleguen a ser como Él es. Por lo tanto, el comportamiento indebido debe considerarse algo temporario y no permanente, un hecho y no una identidad.
Debemos tener cuidado al usar frases permanentes como “siempre …” o “nunca …” al disciplinar. Tengan cuidado con frases como “Nunca consideras mis sentimientos” o “¿Por qué siempre nos haces esperar?” Frases como esas hacen que las acciones parezcan ser una identidad y pueden influenciar negativamente en la percepción y estima propias del niño.
También puede ocurrir una confusión de identidad cuando les preguntamos a los niños lo que quieren ser cuando sean grandes, como si lo que una persona hace para ganarse la vida equivale a lo que es. Ni la profesión ni las posesiones deben definir la identidad de alguien ni su autoestima. El Salvador, por ejemplo, era un humilde carpintero, pero eso de ninguna manera definió Su vida.
Por el élder Lynn G. Robbins
En vez de preguntarse qué es lo que quizás hayan hecho mal en la vida premortal para merecer ese reto, podrían considerar al hijo que es un desafío como una bendición y una oportunidad para que ustedes lleguen a ser más semejantes a Dios. ¿Cuál de los hijos pondrá a prueba, desarrollará y refinará la paciencia, la longanimidad y otras virtudes cristianas en ustedes? ¿Sería posible que ustedes necesiten a ese niño tanto como él los necesita a ustedes?
Todos hemos oído el consejo de condenar el pecado pero no al pecador. Del mismo modo, cuando nuestros hijos se comportan mal, tenemos que tener cuidado de no decir cosas que les hagan pensar que lo que ellos hicieron mal es lo que ellos son.
“Nunca dejen que el fracaso pase de ser una situación a una identidad”, al usar designaciones que lo implican como “tonto”, “lento”, “holgazán” o “torpe”. Nuestros hijos son hijos de Dios. Ésa es su verdadera identidad y potencial. El plan de Él es ayudar a Sus hijos a superar los errores y el mal comportamiento, y a progresar a fin de que lleguen a ser como Él es. Por lo tanto, el comportamiento indebido debe considerarse algo temporario y no permanente, un hecho y no una identidad.
Debemos tener cuidado al usar frases permanentes como “siempre …” o “nunca …” al disciplinar. Tengan cuidado con frases como “Nunca consideras mis sentimientos” o “¿Por qué siempre nos haces esperar?” Frases como esas hacen que las acciones parezcan ser una identidad y pueden influenciar negativamente en la percepción y estima propias del niño.
También puede ocurrir una confusión de identidad cuando les preguntamos a los niños lo que quieren ser cuando sean grandes, como si lo que una persona hace para ganarse la vida equivale a lo que es. Ni la profesión ni las posesiones deben definir la identidad de alguien ni su autoestima. El Salvador, por ejemplo, era un humilde carpintero, pero eso de ninguna manera definió Su vida.
Por el élder Lynn G. Robbins
Comentarios
Publicar un comentario