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Problemas serios...síntomas de enfermedades mayores.



Nuestros jóvenes no estarían buscando los "substitutos de la gente" si nosotros les proveyéramos una atmósfera hogareña desarrollada en base a relaciones personales cariñosas, donde tanto el padre como la madre y los hermanos realmente se preocuparan por su mutuo bienestar.Los padres debemos asegurarnos de que nuestra juventud no se encuentre expuesta en forma continua a la idea de que los problemas de la vida diaria requieren alivio químico; debe mantenérseles informados acerca de los daños que provocan las drogas en lugar de asustarlos o avergonzarlos.

Debemos esforzarnos en criar a nuestros hijos de tal forma que no se encuentren privados del afecto, pero que tampoco los echemos a perder por exceso de cariño; debemos darles responsabilidades que estén de acuerdo con sus capacidades, y nunca protegerlos demasiado cuando se enfrenten con dificultades que tengan que vencer.

En la misma medida con que algunos adultos, especialmente los padres, continúen sembrando vientos, así mismo continuarán cosechando tempestades. Estrechémonos más firmemente en los verdaderos propósitos de la vida familiar y sembremos unidad para cosechar gozo.Cuando lleguen los tiempos de las tentaciones y los grandes desafíos, éstas serán pruebas no sólo para los jóvenes sino también para sus padres; pero entonces más que nunca, se hará imperativa la presencia del amor, el entendimiento y la mutua comprensión en el hogar, para que los jóvenes puedan aprender a buscar con constancia los caminos del Señor, los únicos que les brindarán una vida rica y feliz.

El problema de las drogas es muy severo en la actualidad, y la Iglesia se encuentra profundamente preocupada. Las familias, los padres y los oficiales de la Iglesia deberían hacer todo lo posible para evitar el peligro de estas maldades.

El desarrollo del uso de las drogas casi ha creado una sub-sociedad dentro de la sociedad mundial. La gente, tanto los jóvenes como los maduros, que forman parte de los adictos a las drogas, tienden a adoptar vestidos poco comunes, raros estilos de cabello y otros amaneramientos tendientes a apartarlos del resto de la sociedad. Pero a menos que adopten actitudes ofensivas o imposibles de aceptar, sólo les haremos daño si los rechazamos de nuestras reuniones y de la Iglesia en general.

Es de esperar que evitemos caer en el error de crear una excesiva publicidad a los de comportamiento erróneo, a expensas de la mayoría que vive vidas virtuosas. Al mismo tiempo, no debemos reaccionar con pánico hacia algo que sólo es un síntoma de una enfermedad grave. En realidad, existen indicaciones bien claras de que hemos saturado a la juventud tanto de afuera como de la misma Iglesia, con informaciones sobre drogas. Sin haber tenido la intención, les hemos enseñado cómo y dónde obtenerlas, a través de nuestras masivas campañas.

Cuando la gente se involucra con drogas, nosotros debemos ayudarles a fortalecer sus hogares y su vida personal por medio de una cálida y cariñosa reeducació fundamentada en los principios básicos del evangelio. Nuestra juventud necesita ser bien dirigida. Debemos traer a los "perdidos desde dondequiera que se encuentren. Debemos enseñar a los otros a continuar eligiendo lo justo, permaneciendo en los caminos del Señor.

Deseo reiterar que, a pesar de que las drogas constituyen un problema muy serio y mientras la iglesia constituye también un instrumento flexible en las manos del Señor, no debemos distraer nuestra atención de nuestro curso eterno por problemas que, aunque serios, son sólo síntomas de enfermedades mayores.

Elder Marvin J. Ashton

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