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“LOS MAESTROS AFECTA LAS ETERNIDADES”


Henry Adams dijo: "Un maestro afecta las eternidades, nunca podremos saber donde se detiene su influencia." Habiendo enseñado 14 años en el SEI, y otros 10 años más en la Escuela Dominical, además entre mi más preciados Maestros en la Iglesia recuerdo al Pdte Belisario Benites, y mis 02 pdtes de Misión al Pdte Oscar Aguayo con su esposa Rita y a Elder Juan Uceda y la Hermana Bendezu , y ahora ver a mis propios hijos exclamo en verdad que es posible que nunca lleguemos a saber cuan eficaz es realmente un maestro. 

 En estos días he pensado ¿Cuál es el "común denominador" que se observa en la mayoría de estos buenos maestros? La llave a esta pregunta es determinar qué es lo que hizo a Jesucristo el Maestro de maestros.Con su atributo más notable, esa gran capacidad para amar. Examinemos tres aspectos que aprendí de A. Lavar Thornock en los que su amor quedó claramente puesto en evidencia. Cualquier maestro que logre desarrollar estos atributos, serán como estos tres maestros que tuve en mi juventud, eficaces y productivos. 

Quienes entraban a sus clases, quedaban impresionados de inmediato con la belleza y espiritualidad que irradiaban su entusiasta personalidad. A pesar de que estos atributos vienen de lo más profundo de la personalidad, se reflejaba, en varias maneras, en sus acciones. PRIMERO, SU GRAN AMOR POR EL PADRE Y POR EL PLAN DE EXALTACIÓN . Nos damos cuenta del amor de un maestro hacia Dios, cuando oramos junto con él, observamos su fe y notamos su lealtad hacia el Escogido de Dios.

 Lo notamos en su reverencia por la vida y más especialmente, su respeto por la maternidad y paternidad. Lowell Bennion comentaba: "El verdadero maestro del evangelio, tiene una dedicación total hacia su Padre Celestial. Es evidente que conoce su voluntad, vive de acuerdo a su espíritu y es leal a sus atributos y propósitos. Vive y enseña para El y se embarca completamente en su trabajo." (The Instructor, marzo de 1966, pág. 106.) El maestro que ama a su Padre Celestial no se basa en su propio conocimiento y sabiduría, a pesar de tener un entrenamiento y una preparación muy grandes. Busca fortaleza y guía por medio de la oración. 

El presidente David O. McKay dijo: ". . . Todo maestro en el mundo debería ofrecer una oración antes de reunirse con sus alumnos. El maestro, que tenga un sentido de responsabilidad, debería darse cuenta de cuan grande es su dependencia en un poder superior. "Los maestros tienen la responsabilidad más grande en el mundo la de guiar el alma humana." (The Instructor, septiembre de 1965, pág. 343.) En el maestro que busca la guía del espíritu del Señor, hay una sinceridad que traspasa el salón de clase y es percibida por todos. 

Este es el maestro que sabe que debe vivir de acuerdo al evangelio para ser digno de la inspiración del Espíritu. SEGUNDO; AMOR A LOS SEMEJANTES Todos nos impresionamos con la habilidad de Cristo de comprender y aceptar a todos los hijos de nuestro Padre Celestial. Comprendió y aceptó tanto al recolector de impuestos, como al bebedor de vino, al adúltero, al enfermo, al soldado, al doctor en leyes, al anciano y al niño. Su mente y su corazón no estaban contaminados por los prejuicios y el odio. Tenía la habilidad de separar al pecador del pecado. 

Todo lo que enseñó lo hizo por medio de parábolas e historias que estaban basadas en temas familiares a los presentes y que llevaban en sí, el principio que deseaba que comprendieran. El maestro eficaz ve y comprende a sus alumnos como seres individuales. Es sensible a sus necesidades personales, y a ellas apela para incitarlo e incluirlo en los principios del evangelio. Se da cuenta de que, en cierto sentido, cada persona viene al mundo a ocupar un lugar, y comprende que ese lugar es muy personal y que nadie puede invadir el lugar ajeno, a no ser que sea invitado a hacerlo por la persona que lo ocupa. 

Si alguien lo hace, será tratado como un intruso y por lo tanto, rechazado. Es entonces un verdadero cometido para el maestro, hallar la manera de penetrar en el espacio de cada alumno, ya que debe comprender que el mismo está lleno de experiencias emocionales, que rechazan la lógica, el razonamiento y el susurro del Espíritu a menos que el alumno tenga confianza y respeto por el maestro. El maestro eficaz desarrolla métodos variados en su metodología y en la presentación, para que sus lecciones concuerden con las necesidades del alumno en cada nueva experiencia.

 Sus lecciones son interesantes porque las ha preparado de manera creadora. Cada lección incluye a la mayoría, si no a todos los alumnos, y da importancia a cada uno que participa de manera tal que todos sienten que han contribuido. Los alumnos desarrollan así el sentimiento de libertad de expresión, sabiendo que el maestro comprenderá, aunque su respuesta no esté en armonía con la mayoría de sus pareceres; y aprenden a que se les reconozca su opinión sin tener que recurrir al mal comportamiento.

 El maestro eficaz desarrolla una filosofía madura de disciplina, que aplica paso a paso y que resuelve cada situación de desorden que surja en la clase. Su disciplina será firme, justa, amigable y constante, lo que hace que el alumno se sienta seguro ya que sabe hasta dónde puede llegar. Desarrolla así una disciplina interior que muy ocasionalmente desafiará los límites establecidos por el maestro, ya que lo respeta y admira. Estos alumnos saben que su maestro ama verdaderamente a cada uno de ellos y está interesado en sus vidas. 

 El maestro eficaz es sensible a la mínima indicación; no ignora al alumno que viene a la clase evidentemente enojado, al que se distrae, al inadaptado o al revoltoso. En realidad, detecta cualquier acción que denote infelicidad. Refleja en sus alumnos un interés tal, que les permite compartir sus pesares, sabiendo que será ayudado porque su maestro lo ama y lo comprende. El buen maestro aprende a notar los sentimientos que hay implicados en las palabras de sus alumnos, en lugar de escuchar meramente ya que las palabras muchas veces son engañosas. Si un alumno hace una pregunta académica común, pero es motivada por una razón personal, el maestro debe darse cuenta. 

Por ejemplo, si un alumno pregunta lo siguiente: "Si una pareja no se casa en el templo, pero de cualquier manera vive una buena vida, ¿no estarán juntos y tendrán consigo a sus hijos en el más allá?" 
Para contestar tal pregunta, el maestro podrá indicar al alumno que recurra a las Escrituras y pensar que ha hecho lo debido. Sin embargo, si realmente ama a su alumno y sabe porqué hizo la pregunta, será mucho más eficaz si le cuenta una historia que edifique su fe, acerca de alguien que mediante la oración y práctica diaria de los principios del evangelio, tuvo tal influencia en sus padres, que hizo que éstos lograran tal conocimiento y testimonio del evangelio, que fueron al templo y se sellaron con sus familiares. 

En la primera situación, al alumno probablemente saldrá de la clase pensando: "¡Caramba! ¿Para que voy a vivir el evangelio si de cualquier manera no voy a estar con mi familia?" En el segundo caso, el alumno probablemente pensará así: "¡Realmente voy a tener que vivir mucho mejor y ayudar a mis padres a que comprendan el evangelio, para que puedan ir al templo y sellarme con ellos!" De esta manera, el maestro eficaz, sabe la tremenda fuerza de estas palabritas: yo, aquí y ahora. Sabrá que las grandes historias y principios dados a la gente y a los profetas en el pasado, tendrán muy poco efecto en la vida de los alumnos, hasta que pueda hacerlos de valor en sus vidas, aquí y ahora. 

 Amor a sí mismo Brigham Young dijo: "La mejor lección que puedes aprender, es conocerte a ti mismo. Cuando nos conocemos a nosotros mismos, sabemos cómo tratar a nuestros semejantes. Para eso habéis venido aquí. No podréis aprenderlo de inmediato, ni tampoco la filosofía de estos tiempos podrá enseñarles; deben venir aquí, ganar una experiencia práctica y conoceros a vosotros mismos.

Podréis entonces comenzar a conocer mejor los asuntos de Dios. Ningún ser puede conocerse perfectamente a sí mismo, sin comprender más a menos las cosas de Dios; ninguno puede aprender las cosas de Dios sin tener un conocimiento de sí mismo. Debe conocerse a sí mismo, o nunca logrará entender a Dios." (Journal of Discourses, 8, págs. 334-335.) 

 Al considerar el amor a sí mismo, el maestro eficaz desarrolla la práctica de autoanalizarse. Por medio de la introspección, comienza a comprender en parte la razón por la que piensa y siente como lo hace. No olvida sus debilidades pasadas o presentes, sino que debido a que comprende la expiación y el principio del arrepentimiento, llega a aceptarse a sí mismo, tal como es. Hace que sus errores pasados, lo ayuden en lugar de molestarlo. A pesar de que sabe que su meta es la perfección, no se toma a sí mismo demasiado a pecho; logra desarrollar así un buen sentido del humor, que lo ayuda a vencer los malos momentos en el salón de clase. 

Cuando comete un error, puede festejarse a sí mismo, sin temor a perder su compostura. Al ganar experiencia, gana también un testimonio del verdadero propósito de la vida, sabe que Dios vive y que controla el universo; comprende que el universo está controlado por leyes de carácter físico, pero que hay también leyes espirituales de carácter absoluto; desarrolla una relación con el Dios de esta tierra, de carácter completamente personal, y con espíritu de gratitud, se da cuenta de que tiene una misión y un destino. Parte de este destino, es ser un maestro eficaz.

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