Casarte temprano ayuda a que no desarrolles rasgos inapropiados en el carácter que son difíciles de cambiar
Si estás casado, ¿eres fiel a tu esposa tanto mental como físicamente? ¿Eres leal a los convenios matrimoniales al no participar nunca en conversaciones con otra persona que no querrías que tu esposa oyera? ¿Tratas con bondad y apoyas a tu esposa e hijos?
Hermanos, ¿toman la iniciativa en actividades familiares como el estudio de las Escrituras, la oración familiar y la noche de hogar, o es su esposa la que lo hace para suplir la falta de interés de ustedes? ¿Le dicen a menudo a su esposa cuánto la quieren? Eso le dará gran felicidad. Cuando digo esto, algunos hombres me han dicho: “Oh, ella lo sabe”. Ustedes tienen que decírselo. Una mujer mejora y es grandemente bendecida por esa confirmación. Expresen gratitud por lo que su esposa hace por ustedes. Expresen ese amor y gratitud a menudo. Eso hará que la vida sea más plena, más placentera y con mayor sentido. No dejen de mostrar esas expresiones naturales de amor; que tienen mucho mejor resultado si la abrazan fuerte mientras se lo dicen.
Aprendí de mi esposa la importancia de expresar amor. Al comienzo de nuestro matrimonio, muchas veces abría las Escrituras para dar un mensaje en una reunión y encontraba una nota de afecto y de apoyo que Jeanene había puesto entre las páginas del libro. En ocasiones eran tan tiernas que casi no podía hablar. Esas preciadas notas de una esposa amorosa fueron y siguen siendo un tesoro invalorable de consuelo e inspiración.
Yo comencé a hacer lo mismo, sin saber realmente lo que significaba para ella. Recuerdo un año en que no teníamos los medios para que yo le regalara algo para el día de los enamorados; entonces decidí pintarle algo con pintura al agua en la puerta del refrigerador. Hice lo mejor que pude, pero cometí un error, la pintura era esmalte y no al agua. Nunca me dejó intentar quitar la pintura del refrigerador.
Recuerdo un día que junté los pedacitos redondos de papel que quedan después de perforar hojas y los numeré del 1 al 100. Los di vuelta y le escribí un mensaje; una palabra en cada círculo. Luego los junté y los puse en un sobre. Pensé que eso le causaría mucha gracia.
Cuando falleció, vi en sus cosas personales cuánto apreciaba ella los sencillos mensajes que compartíamos. Vi que con cuidado había pegado los circulitos en una hoja de papel. No sólo guardaba las notas que yo le mandaba sino que las protegía con plástico como si fueran algo de gran valor. Hay una sola que no puso con las demás. Todavía está detrás del vidrio del reloj de la cocina. Dice así: “Jeanene es hora de decirte que te amo”; permanece allí y me recuerda a esa excepcional hija del Padre Celestial.
Al recordar nuestra vida juntos, me doy cuenta cuán bendecidos hemos sido. En nuestro hogar no hubo discusiones ni palabras hirientes entre nosotros. Ahora me doy cuenta de que esa bendición se debió a la disposición que ella tenía de dar, compartir y nunca pensar en ella misma. Durante los últimos años de nuestra vida juntos, traté de emular su ejemplo. Sugiero que como esposo y esposa hagan lo mismo en su hogar.
El amor puro es un poder incomparable y poderoso para el bien. El amor noble es el cimiento de un buen matrimonio. Es la causa principal de que los hijos se críen satisfechos y bien desarrollados. ¿Quién podría medir debidamente la buena influencia del amor de una madre? ¿Qué frutos perecederos resultan de las semillas de verdad que una madre planta cuidadosamente y cultiva con amor en la tierra fértil de la mente y el corazón confiado de un niño? Como madre se te han otorgado instintos divinos para que puedas darte cuenta de los talentos especiales y capacidades únicas de tu hijo. Junto con tu esposo, puedes nutrir, fortalecer y hacer que florezcan esos atributos.
Es tan gratificante estar casado. El matrimonio es maravilloso. Con el tiempo se empieza a pensar igual y a tener las mismas ideas e impresiones. Hay momentos en que se es sumamente feliz y hay también momentos de pruebas y momentos de sufrimiento; pero el Señor los guía a lo largo de esas experiencias juntos.
Una noche, nuestro pequeño hijo Richard, que tenía problemas cardíacos, se despertó llorando. Los dos lo oímos y, por lo general era mi esposa la que se levantaba para cuidar a los pequeños cuando lloraban, pero esa vez le dije: “Yo me encargo de él”.
Debido a su condición, cuando comenzaba a llorar su pequeño corazón latía muy rápido; vomitaba y ensuciaba las sábanas. Esa noche lo sostuve contra mí para tratar de calmar su corazón acelerado y que dejara de llorar mientras le cambiaba la ropa y ponía sábanas limpias. Lo tuve en brazos hasta que se durmió. En ese momento no sabía que sólo en unos meses moriría. Siempre recordaré haberlo tenido en mis brazos en medio de esa noche.
Me acuerdo muy bien el día que falleció. Al alejarnos con Jeanene del hospital, paramos el coche al borde del camino y yo la tome en mis brazos. Los dos lloramos un poco, pero nos dimos cuenta de que lo volveríamos a tener del otro lado del velo gracias a los convenios que habíamos hecho en el templo. Eso hizo que su pérdida fuera en cierta forma más fácil de aceptar.
La bondad de Jeanene me enseñó muchas cosas valiosas. Yo era tan inmaduro y ella tan disciplinada y espiritual. El matrimonio proporciona el entorno ideal para vencer cualquier tendencia a ser egoísta o egocéntrico. Pienso que una de las razones por las que se nos aconseja casarnos jóvenes es para evitar desarrollar esos rasgos de carácter inapropiados tan difíciles de cambiar.
Siento lástima por el hombre que no ha tomado la decisión de buscar una compañera eterna, y mi corazón gime por las hermanas que no han tenido la oportunidad de casarse. Algunas se sentirán solas y poco valoradas, y quizás no vean cómo será posible recibir las bendiciones del matrimonio y de tener hijos o una familia propia. Todo es posible para el Señor, y Él guarda las promesas que inspira a Sus profetas declarar. La eternidad es un período largo. Tengan fe en esas promesas y vivan dignas de recibirlas para que en Su momento, el Señor las haga realidad en su vida. No hay dudas de que recibirán cada bendición prometida de la que hayan sido dignas.
Les ruego que me perdonen por hablar de mi adorada esposa Jeanene, pero somos una familia eterna. Ella siempre estaba dichosa y feliz y en gran parte se debía al servicio que prestaba a los demás. Aun cuando estuviera muy enferma, durante la oración por la mañana pedía a su Padre Celestial que la guiara a alguien a quien pudiera ayudar. Esa súplica sincera le fue contestada una y otra vez. Las cargas de muchos fueron aligeradas y sus vidas iluminadas. Ella fue continuamente bendecida por ser un instrumento dirigido por el Señor.
Sé lo que es amar a una hija del Padre Celestial que, con gracia y devoción, vivió plenamente y con rectitud el esplendor de su condición justa como mujer. Tengo confianza de que cuando en el futuro la vuelva a ver detrás del velo, nos daremos cuenta de que estamos aún más profundamente enamorados. Nos valoraremos aún más por el hecho de haber pasado este tiempo separados por el velo. En el nombre de Jesucristo. Amén.
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