De entre todas las organizaciones auxiliares de la Iglesia, (1) la Escuela Dominical es realmente única (2) tiene bajo su responsabilidad al conjunto de todos los miembros de la Iglesia; (3) su plan de estudios cubre todos los aspectos del evangelio;(4) cuenta con más asistencia que ninguna otra organización en la Iglesia, (5) Y ocupa la mejor hora del mejor día de la semana.
Mucho ha sido el bien que ha hecho, pero también hay mucho más que debe hacerse. (1)Si la Iglesia ha de ser fortalecida como debe, (2) si el conocimiento del evangelio ha de aumentar entre sus miembros como debe, (3) si la espiritualidad de nuestra gente ha de ser refinada como debe, entonces la Escuela Dominical tiene que ser aún más eficaz.
Se trata de una organización maravillosa que tiene en su poder la oportunidad de influir positivamente en la vida de muchos cientos de miles de personas dispersas en el mundo. Grande es la oportunidad; pero grandes también son los problemas y el desafío que ellos implican.
Si yo fuera un oficial de esta organización, trabajaría como nunca, para asegurarme de que en mí Escuela Dominical:
El espíritu de reverencia fuera tan impresionante, la enseñanza fuera tan estimulante, la música tan especia!, que cualquiera que llegara a la capilla un domingo por la mañana, se fuera con el deseo de regresar la semana siguiente.
Cultivaría en mi cuerpo de oficiales y maestros el espíritu misionero, un ansioso deseo de alcanzar y traer a la actividad a aquellos que se encuentran en las sombras, y que constituyen como un cincuenta por ciento, o sea, un promedio de uno del lado de afuera por cada uno que está del lado de adentro.
Les pediría a mis maestros que averiguaran con el secretario ejecutivo del barrio los nombres de los maestros orientadores de cada uno de esos miembros. Entonces, hablaría con los maestros orientadores para llevar a cabo un esfuerzo especial en favor de cada individuo, y si ellos no pudieran lograr lo necesario, les pediría la oportunidad de ayudarles.
Al hablar con aquellos que se encuentran en las sombras no les rogaría que asistieran, sino que oraría por sabiduría para encontrar alguna clase de oportunidad para ofrecerle a cada uno. La gente no responde a los ruegos, sino a los desafíos. Y luego haría de cada miembro de mi clase, un misionero, para así traer a la Escuela Dominical a alguien que no estuviera familiarizado con la Iglesia.
Si yo fuera maestro de la Escuela Dominical, me arrodillaría y pediría al Señor la inspiración, dirección y la ayuda necesaria en esta gran obra. Me esforzaría de tal forma para mejorar mis habilidades de enseñanza así como el espíritu de la misma, que despertaría en los alumnos el deseo de volver a mis clases.
Nunca olvidaría los sabios consejos de las escrituras: Primero, "Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y contestará tus oraciones" (Doc. y Con. 112:10). Y segundo, ese gran mandamiento y promesa, relacionado al tema al cual nos estamos refiriendo: "Enseñaos diligentemente, y mi gracia os atenderá.(Doc.y Con. 88:78).
El desafío de esta gran organización es entonces convertirse en una herramienta eficaz.
por el élder Gordon B. Hinckley del Consejo de los Doce
referencia: (LIAHONA Enero de 1972)
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