Tengo un amigo que fue asesor del quórum de presbíteros. Los muchachos planearon ir con él a Flaming Gorge, Utah, a recorrer el río en kayac (Kayac es el tipo de canoa que utilizan los esquimales). Después de haber hecho ya algunos planes, uno de los jóvenes del quórum se acercó al asesor y le dijo: "Sería mejor no planear un viaje en canoa, pues Mike no podría ir porque no puede remar". Mike tenía el lado derecho parcialmente paralizado. Cuando supo que el quórum no iría al paseo por causa de él, les dijo a todos: "Yo quiero ir. Claro que puedo remar".
El asesor le puso la mano en el hombro y le dijo: "Está bien; tú irás conmigo".Desde enero hasta agosto los muchachos se dedicaron a hacer las canoas; en la primera semana de agosto partieron en su paseo. Para mantener una canoa en línea recta son esenciales el ritmo y el trabajo en equipo. Mike y el asesor tuvieron más problemas que los otros para coordinar el ritmo y el movimiento de los remos. Mike casi no remaba con el brazo derecho, que es esencial cuando se va en un kayac; su compañero tenía que compensar remando suavemente con el izquierdo y poniendo la fuerza en el remo derecho.
Después de varias horas de esforzarse juntos,Mike le preguntó al asesor: "¿Tiene una gasa adhesiva?" El asesor sacó una del bolsillo y se la dio; él se la colocó sobre una gran ampolla que se le había reventado en la curva entre el pulgar y el índice de la mano derecha; es que se veía obligado a usar la mano y el brazo que casi nunca usaba para ayudarse a sostener el remo. Varias horas más tarde, Mike se volvió a su compañero pidiéndole otra vez más gasas adhesivas; el asesor sacó varias y se las dio. Ya la curva entre el pulgar y el índice estaba en carne viva. Pero él se puso las gasas y siguió remando.
Al día siguiente, el grupo siguió el viaje. El asesor le aconsejó a Mike que descansara de vez en cuando para no lastimarse más la mano; pero fue inútil; inmediatamente el joven se puso a remar como lo había hecho el día anterior. , Ese día soplaba un viento en dirección contraria a la de las canoas, que exigía golpes de remos más fuertes y mucho más energía y tiempo. Encogiéndose de dolor, Mike continuó remando. Cada vez que le sugerían que descansara parecía aumentar su voluntad de seguir esforzándose por hacer su parte.oda la semana persistió; a pesar de que tenía toda la mano en llaga y daba lástima mirársela, no se dio por vencido.
Durante esa semana, la conversación con su compañero se concentraba frecuentemente en sus deseos de salir en una misión. Y repetidas veces le comentó: "Espero que me dejen salir en una misión. ¿Usted cree que por mi problema no me dejarían?" Es que camina con una visible cojera en la pierna derecha y, aunque su apretón de manos con la mano izquierda es fuerte, la mano derecha no se le abre totalmente.
¿Cuántos habrá que, sin tener impedimentos y tengan un corazón como el de Mike? ¿Cuántos jóvenes que no tienen ni una célula fuera de lugar se niegan a dejarse ablandar el corazón y a sentir el deseo de servir al Señor? ¿Cuántos pierden sus bendiciones por deseos egoístas o por incapacidad de establecerse un orden de prioridad elevado? Mi amigo, el asesor, me dijo: "Mike les enseñó a once muchachos que, aunque parezca que se es un poco incapacitado físicamente, el corazón compensa con valor la incapacidad en aquellos que deciden vencer las dificultades y dar un ejemplo que los demás puedan seguir".
Mike cumplió una misión honorable en California y está de regreso en su pueblo, trabajando. ¿QUÉ REQUIERE EL SEÑOR DE LOS QUE LE SIRVEN? UN CORAZÓN DISPUESTO Y UN DESEO FERVIENTE.
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