Hace algún tiempo descubrí a dos palomas que formaban su nido en un rincón protegido del exterior de una de mis ventanas. Era invierno, hacía frío y debe haber sido difícil encontrar alimento.Fue la madre la que permaneció en el nido. Era la madre la que resistía cuando yo me acercaba demasiado. Fue la que vigiló e hizo las veces de abrigo contra los elementos hasta que sus dos polluelos salieron a salvo del cascarón; la que de alguna manera encontró comida y los alimentó hasta que pudieron volar por sí solos.
Fue la madre la que siempre estuvo allí, y se ganó mi profundo respeto por su indefectible actuación. ¡Oh, qué admiración por estas criaturas que tan fielmente se guían por el instinto maternal que hay en ellas! De muchas maneras han sido las madres de todas las épocas, en todas partes, las que han estado presentes cuando se les necesitaba, según se les necesitaba... siempre.
Cuan admirable encontrar a una madre que está esperando, velando; que está allí al llegar los niños y preguntar:"¿Dónde está mamá?" Madres que amoldan la personalidad; que imparten orientación al carácter; que guían y dan forma al futuro; que convierten el hogar en un sitio de paz y contentamiento; que escuchan, comparten, establecen normas, dan consejo, alientan y hacen sentir a sus hijos que son estimados.
La madre es el corazón del hogar: madres humildes, fieles, modestas, que sin alarde aman, sirven y enseñan la virtud, el honor, la honradez, el cumplimiento de promesas; que comprenden los errores y cumplen las tareas de cada día con amor y abnegación, dando de sí mismas. Una madre en casa, una madre que espera, es una de las fuentes mayores de seguridad y confianza. Y el volver a un hogar o casa vacíos deja tanto que desear. "¿Está mamá en casa?" "¿Dónde está mamá?" ¡O madres, estad allí! Estad allí, porque vuestra presencia bendecirá a vuestros hijos, hoy y mañana ...y para siempre jamás. ¡Estad allí, madres! . . . Dios os bendiga, y benditos los recuerdos que dejáis.
por Richard L. Evans
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