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La bendicion de los sencillos mensajes de amor



Aprendí de mi esposa la importancia de expresar amor. Al comienzo de nuestro matrimonio, muchas veces abría las Escrituras para dar un mensaje en una reunión y encontraba una nota de afecto y de apoyo que Jeanene había puesto entre las páginas del libro. En ocasiones eran tan tiernas que casi no podía hablar. Esas preciadas notas de una esposa amorosa fueron y siguen siendo un tesoro invalorable de consuelo e inspiración.

Yo comencé a hacer lo mismo, sin saber realmente lo que significaba para ella. Recuerdo un año en que no teníamos los medios para que yo le regalara algo para el día de los enamorados; entonces decidí pintarle algo con pintura al agua en la puerta del refrigerador. Hice lo mejor que pude, pero cometí un error, la pintura era esmalte y no al agua. Nunca me dejó intentar quitar la pintura del refrigerador.

Recuerdo un día que junté los pedacitos redondos de papel que quedan después de perforar hojas y los numeré del 1 al 100. Los di vuelta y le escribí un mensaje; una palabra en cada círculo. Luego los junté y los puse en un sobre. Pensé que eso le causaría mucha gracia.Cuando falleció, vi en sus cosas personales cuánto apreciaba ella los sencillos mensajes que compartíamos. Vi que con cuidado había pegado los circulitos en una hoja de papel. No sólo guardaba las notas que yo le mandaba sino que las protegía con plástico como si fueran algo de gran valor.

Hay una sola que no puso con las demás. Todavía está detrás del vidrio del reloj de la cocina. Dice así: “Jeanene es hora de decirte que te amo”; permanece allí y me recuerda a esa excepcional hija del Padre Celestial.

Al recordar nuestra vida juntos, me doy cuenta cuán bendecidos hemos sido. En nuestro hogar no hubo discusiones ni palabras hirientes entre nosotros. Ahora me doy cuenta de que esa bendición se debió a la disposición que ella tenía de dar, compartir y nunca pensar en ella misma. Durante los últimos años de nuestra vida juntos, traté de emular su ejemplo. Sugiero que como esposo y esposa hagan lo mismo en su hogar.

élder Richard G. Scott - Del Quórum de los Doce Apóstoles

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