
La disciplina viene de la misma raíz que la palabra discípulo y supone paciencia e instrucción de nuestra parte. No debe hacerse con enojo
Todos hemos oído el consejo de condenar el pecado pero no al pecador. Del mismo modo, cuando nuestros hijos se comportan mal, tenemos que tener cuidado de no decir cosas que les hagan pensar que lo que ellos hicieron mal es lo que ellos son. “Nunca dejen que el fracaso pase de ser una situación a una identidad”, al usar designaciones que lo implican como “tonto”, “lento”, “holgazán” o “torpe”.
Nuestros hijos son hijos de Dios. Ésa es su verdadera identidad y potencial. El plan de Él es ayudar a Sus hijos a superar los errores y el mal comportamiento, y a progresar a fin de que lleguen a ser como Él es. Por lo tanto, el comportamiento indebido debe considerarse algo temporario y no permanente, un hecho y no una identidad.
Debemos tener cuidado al usar frases permanentes como “siempre …” o “nunca …” al disciplinar. Tengan cuidado con frases como “Nunca consideras mis sentimientos” o “¿Por qué siempre nos haces esperar?” Frases como esas hacen que las acciones parezcan ser una identidad y pueden influenciar negativamente en la percepción y estima propias del niño.
También puede ocurrir una confusión de identidad cuando les preguntamos a los niños lo que quieren ser cuando sean grandes, como si lo que una persona hace para ganarse la vida equivale a lo que es. Ni la profesión ni las posesiones deben definir la identidad de alguien ni su autoestima. El Salvador, por ejemplo, era un humilde carpintero, pero eso de ninguna manera definió Su vida.
Al ayudar a los niños a descubrir quiénes son y al fortalecer su autoestima, podemos elogiar de forma apropiada su logro o comportamiento, el hecho. Pero sería incluso más sabio dirigir nuestros elogios principalmente a su carácter y a sus creencias, a quienes son.
En los deportes, una manera sabia de elogiar el desempeño de nuestros hijos hacer sería desde el punto de vista de lo que son, como por ejemplo, elogiar su energía, su perseverancia, su actitud ante la adversidad, etc.; de ese modo se elogian tanto el ser como el hacer.
Cuando les pedimos a los niños que hagan ciertas tareas, también podemos buscar maneras de elogiarlos por lo que son, como por ejemplo decir: “Me pone muy feliz cuando haces tus tareas de buena voluntad”.
Cuando los niños reciben las calificaciones de la escuela, podemos felicitarlos por sus buenas notas, pero tendría un efecto más duradero y beneficioso si los alabásemos por su diligencia: “Entregaste todos tus trabajos; eres alguien que sabe cómo emprender las cosas difíciles y terminarlas. Estoy orgulloso de ti”.
Cuando lean las Escrituras como familia, busquen y analicen ejemplos de atributos mencionados en lo que leyeron ese día. Debido a que los atributos de Cristo son dones de Dios y no pueden ser desarrollados sin Su ayuda, en sus oraciones individuales y como familia, pidan por esos dones.
De vez en cuando, durante la cena hablen sobre los atributos, especialmente de aquellos que hayan encontrado en las Escrituras esa mañana. “¿De qué manera fueron buenos amigos hoy? ¿De qué manera mostraron compasión? ¿Cómo la fe los ayudó a enfrentar los desafíos de hoy? ¿Eres digno de confianza?, ¿honrado?, ¿generoso?, ¿humilde?”. Hay muchísimos atributos en las Escrituras que se deben enseñar y aprender.
La manera más importante de enseñar a ser, es ser la clase de padres para nuestros hijos que nuestro Padre Celestial es para nosotros. Él es el único padre perfecto, y ha compartido con nosotros Su manual para la crianza de los hijos: las Escrituras.
élder Lynn G. Robbins
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