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ENGAÑANDOTE A TI MISMO



Hace algunos años leí una declaración hecha por Karl G. Maeser, primer presidente de lo que es actualmente la Universidad de Brigham Young, la cual me asombró sobremanera: "El que engaña a otros es un picaro, pero el que se engaña a sí mismo es un necio."Asimismo, el señor Conrad N. Hilton, de la cadena de hoteles Hilton, parafraseó la misma idea: "Se me ha enseñado que hay una persona en el mundo a la que nunca debemos engañar, y esa persona es uno mismo,ya que sería una vil estupidez"

El señor Hilton habló acerca de la barra de hierro que valía aproximadamente cinco dólares; ese mismo hierro, convertido en herraduras, costaría $10.50 dólares; si con él se fabricaran agujas, costaría $3.285 dólares; y si fuesen muelles para relojes, costaría más de $250.000 dólares.

Aparentemente, el valor del hierro bruto es solamente lo que cuesta para procesarlo; su mayor valor queda determinado por lo que se fabrica de él. Las personasson muy semejantes al hierro; vosotros o yo podemos permanecer como simple materia bruta; o podemos ser pulidos a un alto grado; nuestro valor quedará determinado según lo que hagamos de nosotros mismos.

Millet, el pintor francés, pagó 25 centavos de dólar por un metro de lienzo; por 50 centavos más compró una brocha y algunas pinturas. Luego, sobre el lienzo que solamente le había costado 25 centavos, derramó toda la gloria de su genio como pintor creando una obra de arte llamada El Ángelus, que terminó por venderse en $105.000 dólares. En otras palabras, los 75 centavos de materiales brutos,combinados con inspiración, habilidad y entusiasmo pueden venderse por $104.999.25 dólares más.

Cuántas veces he hablado con hombres que han pasado muchos años de su vida desperdiciando la energía, el tiempo y el esfuerzo, y que, años más tarde, se han encontrado a sí mismos. Siempre se han lamentado: "¡Qué tonto he sido! ¿Por qué no pude ver los gozos del servicio mucho antes que ahora? Oh, todos los años que he desperdiciado; me he engañado a mí mismo."

¿Habéis conocido personas que pagan grandes sumas de dinero por servicios profesionales, solamente para no hacer caso de los consejos dados, o que pagan mucho dinero por cierta medicina, y luego la vacían en el lavabo? Sin embargo, ¿no se han robado estas personas a sí mismas tan cruelmente como aquellos que le dan la espalda a las oportunidades para prepararse para una vida feliz?

Hay también muchas otras maneras en que nos engañamos a nosotros mismos. Quizás nos enojemos con nuestros padres, un maestro o el obispo,y nos hundamos en el anonimato, apartándonos bajo los efectos ponzoñosos y venenosos de la amargura y el odio.

Hay aquellas personas que tratan de librarse de las obligaciones morales afirmando serateos. La generación actual no tiene monopolio en esta autodecepción.

Ha habido muchas personas que han acudido a mí y han expresado su remordimiento por haberse engañado a sí mismas.

Había un joven que había pospuesto el matrimonio por varias razones: para dedicarse de lleno a una educación avanzada, para acumular bienes materiales y otras razones. Por fin contrajo matrimonio, y dijo:"Mi vida es ahora tan bella.¿Por qué desperdicié tantos años sin estas bendiciones?"

Había una joven soltera que había tenido un niño; cambió a la criatura por cuidados, honorarios al hospital y el anonimato. Transcurrieron los años y trató de recobrar a su hijo, pero sin ningún éxito; finalmente contrajo matrimonio, y después de uno o dos años sin tener familia, el doctor confirmó sus temores, y ella lloró: permanecería sin tener hijos. ¡Oh, que bajamente había vendido su única oportunidad para ser madre!

Había una pareja que estaba profundamente enamorada; o así pensaban. El no vivía de acuerdo con las normas, de manera que decidieron que en ese momento no eran dignos de recibir una recomendación para el templo. Tuvieron un matrimonio civil cuando pudo haber sido eterno. Pasaron los años y los hijos vinieron a alegrar su hogar. Cuando la muerte llegó a esa casa no había actividad religiosa y muy poco consuelo espiritual, dando fin al matrimonio y a la dulce relación familiar.

Ha habido aquellos que finalmente han encontrado gran gozo en el evangelio después de haberlo rechazado por años. Invariablemente han comentado:"Todos estos años hemos rechazado a los misioneros; ¿por qué no los escuchamos antes? Podríamos haber tenido muchos años más de la felicidad que ahora gozamos."

Tenía yo un buen amigo que no era miembro de la Iglesia; por tanto era muy poca la educación que había recibido acerca de la venenosa yerba que se fuma por todo el mundo. El hábito se apoderó de él; después de años de fumar, un cigarrillo tras otro, lo atacó una tos cortante y seca. De ahí siguió una gran tribulación; por varias semanas en el hospital, y luego una nueva sepultura con flores encima.

Era un buen hombre, honrado y lleno de integridad. Creo que nunca engañó a su prójimo; pero ¡cómo se engañó a sí mismo!

Desde Séneca,a Shakespeare y hasta la actualidad,nos llegan estas palabras: "¡Señor, qué locos son los mortales!"

Muchos de nosotros somos necios en nuestra relación con el Señor. Únicamente un loco adoraría la vasija de barro en vez del alfarero, el árbol en lugar del jardinero, el oro en lugar del químico, la mente en vez de Aquel que la creó, lo creado en vez del Creador. Pero qué locos somos los mortales al buscar aquellas cosas de menos valor e ignorar sus enseñanzas como algo que no es importante.

por el élder Spencer W. Kimball

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