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Hablar lo que debemos hablar y hacer lo que debemos hacer



Acabo de regresar de una reunion con Obispos y por el trayecto recorde algo que aprendi de el élder Hugh W. Pinnock sobre que existen conceptos sobre los que debemos meditar, y si lo hacemos, éstos harán que nuestra vida sea más agradable y satisfactoria. ¿Cuáles son? Mencionaré tres ideas que se encuentran en esta categoría.

En primer lugar: Hoy mismo estás convirtiéndote en lo que llegarás a ser. En la obra Hamlet de Shakespeare, Ofelia dice: "Sabemos lo que somos, mas no sabemos lo que podemos ser" (acto cuarto, escena V).

Dado que el evangelio no había sido restaurado en el siglo diecisiete, Shakespeare no sabía con seguridad a lo que podía llegar el hombre. Nosotros si lo sabemos, y este conocimiento amplía la comprensión que tenemos de la vida, de una manera que no pueden entender los que no tienen el Evangelio de Jesucristo.

El presidente Spencer W. Kimball fue ordenado Profeta el 27 de diciembre de 1973, pero desde su juventud tenía la visión de un elegido del Señor, pues se había preparado para lo que habría de suceder. Todos tenemos la posibilidad de alcanzar la exaltación por medio de lo que pensamos, decimos y hacemos hoy.

Conocí en la Universidad de Utah a una joven llamada Kathy McKay, que tenía mucho talento en el campo de la música; sus padres le habían enseñado que la posición que alcanzaría en la eternidad dependía de su comportamiento diario.

Era un ejemplo para todos los que la conocían; tan sólo por observarla y percibir su pureza, un joven deportista de otro estado se sintió interesado en el Evangelio de Jesucristo. Ella sabía que estaba convirtiéndose en lo que podía llegar a ser.

Esta es la segunda idea acerca de la cual es necesario meditar: Hoy puede ser un día trascendental en tu vida. Vince Lombardi, uno de los mejores entrenadores de fútbol norteamericano que ha existido, enseñaba a los jugadores a esforzarse al máximo en cada jugada.

Decía que en cada partido de ese deporte hay cinco o seis jugadas que determinan el resultado final y que nadie sabe cuáles son hasta que pasan. Por lo tanto, debemos poner empeño en todas las jugadas para lograr detener al otro cuadro, o para apuntarnos un tanto.

Así es la vida. En su transcurso, puede que tengamos cinco o seis días claves, o tal vez algunos más: El día que decidimos entregarnos por completo al Señor Jesucristo; el día que encontramos a esa persona ideal, con la cual poder pasar la eternidad tomados de la mano; el día que le decimos al obispo que iremos a dondequiera que se nos envíe a servir . . . No, no son muchos los momentos claves en nuestra vida, por eso debemos ser lo mejor que podamos, todos los días, para que cuando lleguen, estemos preparados y podamos obtener la recompensa que aguarda, en las eternidades, a todos los que son dignos.

La tercera y última idea que deseo presentar es la siguiente: Si tú no acudes al auxilio de alguien que lo necesita, es posible que nadie más lo haga. Me acuerdo de una jovencita que asistía a la misma escuela secundaría que yo y tenía unos cuantos problemas: Era muy pobre, no podía vestirse como las demás y se sentía insegura y desanimada. Había sólo un muchacho que la saludaba cuando se encontraban.

Un día, antes de rendir un examen de historia, le preguntó si quería estudiar con él, lo que le ayudó a darse cuenta de que el muchacho la apreciaba como persona. Pasó el tiempo y un día la joven le dijo:
-¿Te das cuenta de que me has salvado la vida?
-¿Qué estás diciendo? -le preguntó asombrado el muchacho.
-¿Te acuerdas el día del examen de historia?
-Sí -contestó él.
-Ese día estaba decidida a suicidarme; estaba convencida de que nadie me quería y que a nadie le importaba si existía.
Se burlaban de mi ropa, de lo que decía y de mi apariencia; pero tú me demostraste afecto, y gracias a ello estoy viva.
Esta muchacha es ahora una enfermera que está al servicio de sus semejantes.

Si meditamos en estas cosas y las incorporamos a nuestra vida, encontraremos más fácil hablar lo que debemos hablar y hacer lo que debemos hacer.

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