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La Iglesia no es un monasterio se parece más a un hospital



Únicamente Aquel que fue mortalmente herido sabe cómo sanar nuestras heridas de Siempre me ha gustado que cuando Mateo registra el gran mandato de Jesús:"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto", Lucas añade el comentario adicional del Salvador: "Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso", como para insinuar que la misericordia es por lo menos un sinónimo de la perfección que Dios tiene y la cual debemos esforzarnos por lograr.

La misericordia,con la virtud hermana del perdón, es el núcleo mismo de la expiación de Jesucristo y del eterno plan de salvación. Todo en el Evangelio nos enseña que podemos cambiar si es necesario que lo hagamos, que podemos recibir ayuda si en verdad la deseamos, que podemos ser sanados cualesquiera que hayan sido los problemas del pasado.

Ahora bien, si se sienten demasiado débiles espiritualmente para participar del manjar del Señor, por ¡favor recuerden que la Iglesia no es un monasterio para personas perfectas, aunque todos deberíamos esforzarnos por ir por el camino de la rectitud. No, por lo menos un aspecto de la Iglesia se parece más a un hospital o a una estación de auxilio, provisto para aquellos que están enfermos y quieren recuperarse, donde uno puede recibir una infusión de alimento espiritual y un abastecimiento de agua viva a fin de seguir adelante.

A pesar de las tribulaciones de la vida y de cuan alarmante nos parezca el futuro, testifico que contamos con ayuda para el trayecto: tenemos el Pan de Vida Eterna y la Fuente de Agua Viva. Cristo ha vencido al mundo nuestro mundo y Su don para nosotros es la paz ahora y la exaltación en el mundo venidero. El requisito fundamental es tener fe en El y seguirle... para siempre. Cuando nos exhorta a andar en Sus caminos y en Su luz, es porque El ha andado por ellos antes, haciendo que sean seguros para hoy; sólo Aquel que estaba con Dios, y que era Dios, puede dar respuesta a las preguntas más serias y urgentes de nuestra alma.

Sólo Sus brazos todopoderosos habrían podido abrir las puertas de la prisión de la muerte, que de otro modo nos habrían tenido cautivos para siempre. Únicamente sobre Sus hombros triunfantes podremos entrar en la gloria celestial, si tan sólo elegimos hacerlo a través de nuestra fidelidad. A aquellos que tal vez piensen que de alguna forma hayan perdido su lugar a la mesa del Señor, les decimos otra vez, junto con el profeta José Smith, que Dios tiene "una disposición para perdonar", que Cristo es "misericordioso y piadoso, lento para la ira, lleno de longanimidad y comprensión"

Élder Jeffrey R. Hollarid
del Quorum de los Doce Apóstoles

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