Hay inquietud, por los jóvenes, por sus problemas y por la manera tan condescendiente en que algunos de ellos viven. Pero, como una de las causas de dicha inquietud, hay que admitir que en parte ellos son el producto del ambiente moral, espiritual y físico que sus mayores a veces han permitido o facilitado por medio de los hechos, actitud y ejemplo de otros: en ocasiones son los padres o maestros; en otras, los fabricantes y vendedores de ciertas cosas; a veces, los que producen y ofrecen diversiones sucias; los que han relajado la observancia de la ley; los que han explotado la modestia, abandonado los mandamientos morales y se han burlado de los salvaguardias de la vida.
Con todo candor, ¿no hemos de admitir que gran parte de las dificultades con que tropiezan los jóvenes se debe al descuido o mala orientación de los padres que no ponen un ejemplo que la juventud pueda emular con seguridad? No es que se quiera eximir a la juventud de la responsabilidad de sus propios actos y decisiones, pero hay otros que saben bien lo que están haciendo—que deben llevar parte de la responsabilidad por el deterioro que ha ocurrido en la calidad del vivir. Es más fácil decírselo que mostrárselo, y ni siquiera se lo decimos como deberíamos.
Por otra parte, les proporcionamos más y más materialmente y menos y menos moral y espiritualmente, y a menudo les dejamos sumamente poca actividad fructífera, frecuentemente olvidando que son capaces de aprender mucho más, de hacer mucho más y de ser mucho más; y en gran manera realizarán lo que de ellos esperamos, si se lo requerimos con suficiente anticipación, y se lo manifestamos con la sinceridad de las vidas que llevamos. Debemos compartir con ellos desde sus más tiernos años la obra apremiante del mundo, y ver que se les confíe un servicio serio que los ponga a pensar. Y otra cosa más: Al moldearlos, debemos estar bien seguros de mostrarles lo que deben ser por medio de lo que somos; porque bien sea hacia arriba o hacia abajo”, “felices o infelices, morales o inmorales, limpios o sucios, competentes o, incompetentes, nosotros tendremos que compartir la responsabilidad por la manera en que ellos viven. Buena cosa es decírselo. . . pero es absolutamente esencial mostrárselo.
por Richard L. Evans
Comentarios
Publicar un comentario