Condenamos enérgicamente el maltrato de cualquier tipo. Reprobamos el maltrato físico, sexual, verbal o emocional a la esposa o a los hijos. Nuestra "Proclamación sobre la Familia" dice: "El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos. . . Los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales. . . Los esposos y las esposas, madres y padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones" (La familia: Una proclamación para el mundo, Liahona, junio de 1996).
Estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance por detener esta terrible maldad. Si se reconoce la igualdad entre marido y mujer, si se reconoce que cada niño o niña que nace en el mundo es hijo o hija de Dios, entonces se tendrá un mayor sentido de la responsabilidad de cuidar con cariño, de ayudar y de querer con un amor imperecedero a aquellos de los cuales se es responsable.
Ningún hombre que maltrate a su esposa o a sus hijos es digno de poseer el sacerdocio de Dios. Ningún hombre que maltrate a su esposa o a sus hijos es digno de considerarse un miembro de buena conducta en esta Iglesia. El maltrato a la esposa y a los hijos de uno constituye una grave ofensa ante Dios y el que incurra en ello debe esperar ser sometido a la disciplina de la Iglesia.
Presidente Gordon B. Hinckley
(Conferencia General Oct - 1998)
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