Cristo sabe cómo ministrar a los demás con perfección. Cuando el Salvador extiende Sus manos, aquellos a los que toca son edificados y por ello llegan a ser personas más excelentes, más fuertes y mejores.Si nosotros somos Sus manos, ¿no debemos hacer lo mismo?. Al extender nuestras manos y nuestro corazón hacia los demás con amor cristiano, nos sucede algo maravilloso. Nuestro propio espíritu llega a ser sanado y se vuelve más refinado y fuerte. Somos más felices, más pacíficos y más receptivos a los susurros del Santo Espíritu.
Pdte Dieter F. Uchtdorf Liah. Mayo 2010 pag 68 - 75
Pdte Dieter F. Uchtdorf Liah. Mayo 2010 pag 68 - 75
Cristo no sólo habló del amor, sino que lo demostró cada día de Su vida. No se alejó de las multitudes, sino que al estar entre la gente Jesús sirvió a las personas individualmente. Rescató al perdido. No enseñó simplemente una lección acerca de dar servicio con amor para después delegar el trabajo a los demás. No sólo enseñó sino que también nos demostró cómo “[socorrer] a los débiles, [levantar] las manos caídas y [fortalecer] las rodillas debilitadas”
ResponderEliminar