El antiguo refrán: “El Señor está votando por mí, y Lucifer está votando contra mí, pero es mi voto el que cuenta”, describe una convicción doctrinal de que nuestro albedrío es más poderoso que la voluntad del adversario. El albedrío es de gran valor; de manera imprudente y ciega podemos cederlo, pero no nos lo pueden quitar a la fuerza.
Existe también una antigua excusa: “El diablo me forzó a hacerlo”. ¡No es así! Él puede engañarlos y embaucarlos, pero no tiene el poder de obligarlos a ustedes ni a nadie más a transgredir o a mantenerlos en transgresión.
El que se nos encomiende el poder de crear vida conlleva los más grandes gozos y las más peligrosas tentaciones. El don de la vida mortal y la capacidad de crear otras vidas es una bendición divina. Mediante el uso debido de este poder, como en ninguna otra cosa, podemos asemejarnos a nuestro Padre Celestial y sentir una plenitud de gozo. Este poder no es algo de menor importancia del plan de felicidad; es la clave… la clave misma.
Ya sea que utilicemos este poder como lo requieren las leyes eternas o que rechacemos su propósito divino determinará lo que lleguemos a ser. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”.
Se percibe un sentimiento de liberación cuando una persona toma la determinación por sí misma de ser obediente a nuestro Padre y a nuestro Dios y le expresa esa disposición por medio de la oración.
Cuando obedecemos, podemos disfrutar esos poderes en el convenio del matrimonio. De nuestras fuentes de vida emanarán nuestros hijos, nuestra familia. El amor entre el esposo y la esposa puede ser constante y traer realización y satisfacción todos los días de nuestra vida.
Si a alguien se le niegan esas bendiciones en la mortalidad, la promesa es que éstas se les proporcionarán en el mundo venidero.
El amor puro implica que únicamente después de una promesa de fidelidad eterna, de una ceremonia legal y lícita, y preferiblemente después de la ordenanza de sellamiento en el templo, se liberan esos poderes que dan vida para la plena expresión del amor. Se ha de compartir única y exclusivamente entre el hombre y la mujer, el esposo y la esposa, con el que será nuestro compañero para siempre. El Evangelio es sumamente claro en cuanto a esto.
Somos libres de no hacer caso a los mandamientos, pero cuando en las revelaciones se habla en términos tan directos, como “no harás”, vale más que prestemos atención.
El adversario tiene celos de todos los que tienen el poder de procrear. Satanás no puede procrear; es impotente. “…él busca que todos los hombres sean miserables como él”8. Él trata de degradar el debido uso de los poderes procreadores tentándolos a ustedes para que sostengan relaciones inmorales.
El Señor utilizó la expresión “es semejante” a fin de crear una imagen que Sus seguidores pudieran entender, tales como:
“…el reino de los cielos es semejante al mercader”.
“…el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo”.
En nuestros días, la terrible influencia de la pornografía es semejante a una plaga que se está extendiendo por todo el mundo, infectando a uno aquí y a uno allá, tratando implacablemente de invadir cada hogar, con más frecuencia a través del esposo y padre. El efecto de esta plaga puede ser espiritualmente fatal y, lamentablemente, con frecuencia lo es. Lucifer trata de estropear el “gran plan de redención”, “el gran plan de felicidad”.
La pornografía siempre rechazará el Espíritu de Cristo e interrumpirá las comunicaciones entre nuestro Padre Celestial y Sus hijos, y deteriorará la tierna relación entre el esposo y la esposa.
El sacerdocio posee el poder supremo; los puede proteger de la plaga de la pornografía y es una plaga si están cediendo a su influencia. Si la persona es obediente, el sacerdocio puede demostrar la manera de cambiar un hábito e incluso borrar una adicción. Los poseedores del sacerdocio tienen esa autoridad y deben emplearla para combatir malas influencias.
Levantamos una voz de alarma y advertimos a los miembros de la Iglesia que despierten y se den cuenta de lo que está pasando. Padres, estén alerta, siempre vigilantes, a no ser que esta maldad amenace su círculo familiar.
Nosotros enseñamos una norma de conducta moral que nos protegerá de muchos de los substitutos o de las falsificaciones del matrimonio provenientes de Satanás. Es preciso que entendamos que cualquier persuasión que se haga para entrar en cualquier relación que no esté en armonía con los principios del Evangelio, debe ser inapropiada. Del Libro de Mormón aprendemos que “la maldad nunca fue felicidad”.
Algunos suponen que fueron programados con anterioridad y que no pueden superar lo que consideran tentaciones innatas hacia lo impuro y antinatural. ¡No es así! Recuerden, Dios es nuestro Padre Celestial.
Pablo prometió que “Dios… no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. Ustedes pueden, si lo desean, romper los hábitos, vencer una adicción, y alejarse de lo que no es digno de cualquier miembro de la Iglesia. Como Alma aconsejó, debemos velar y orar incesantemente.
Isaías advirtió: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!” .
Hace unos años, visité una escuela en Albuquerque. La maestra me contó de un niño que llevó un gatito a la clase. Como se podrán imaginar, eso desbarató todo. Ella le pidió que pasara al frente para que enseñara el gatito a los niños.
Todo marchó bien, hasta que uno de los niños preguntó: “¿Es gatito o gatita”?
Para no tener que explicar esa lección, la maestra dijo: “No importa; es sólo un gatito”.
Pero insistieron. Finalmente, un niño levantó la mano y dijo: “Yo sé cómo puedes saberlo”.
Resignada a hablar del asunto, la maestra dijo: “¿Cómo puedes saberlo?”.
El alumno contestó: “¡Podemos ponerlo a voto!”
Tal vez se rían de este cuento, pero si no están alerta, hoy día hay personas que no sólo toleran sino que abogan por el voto para cambiar leyes que legalizarían la inmoralidad, como si un voto fuera a cambiar de alguna manera los designios de las leyes y de la naturaleza de Dios. Sería imposible poner en vigor una ley en contra de la naturaleza. Por ejemplo, ¿de qué serviría un voto contra la ley de gravedad?
Hay leyes tanto morales como físicas “irrevocablemente decretada[s] en el cielo antes de la fundación de este mundo” que no se pueden cambiar. La historia demuestra una y otra vez que las normas morales no se pueden cambiar mediante el combate ni por votación. El legalizar lo que es básicamente incorrecto o malo no prevendrán el dolor ni los castigos que vendrán con tanta seguridad como que la noche le sigue al día.
Pdte Boyd K. Packer - "limpiemos el vaso interior" Liahona Noviembre 2010
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