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EL SUMERGIRSE TANTO EN LOS PIXELES, ... Y REDES SOCIALES



Algunos jóvenes y jovencitas de la Iglesia en la actualidad hacen caso omiso de “las cosas como realmente son” y descuidan las relaciones eternas a causa de las distracciones, diversiones y desvíos digitales que no tienen valor perdurable. Me da muchísima pena cuando una pareja joven, que se ha sellado en la Casa del Señor por esta vida y por toda la eternidad por el poder del Santo Sacerdocio, tiene problemas matrimoniales a causa del efecto adictivo de jugar videojuegos o de socializar por internet en forma excesiva.

Un joven o una jovencita puede desperdiciar un sinnúmero de horas, posponer o abandonar la formación académica o vocacional, y finalmente sacrificar preciadas relaciones humanas a causa de juegos en video y en Internet que adormecen la mente y el espíritu. Tal como el Señor declaró: “ … por tanto, les doy este mandamiento: No desperdiciarás tu tiempo, ni esconderás tu talento en la tierra para que no sea conocido” (D. y C. 60:13).

Quizá se estén preguntado: “Pero hermano Bednar, usted comenzó su discurso esta noche hablando de la importancia del cuerpo físico en el progreso eterno. ¿Está acaso sugiriendo que el jugar videojuegos y que los diferentes tipos de comunicación por medio de computadoras pueden jugar un papel en restarle importancia a nuestro cuerpo físico?”. Eso es precisamente lo que estoy declarando.

Permítanme explicar:Vivimos en una época en que la tecnología se puede utilizar para reproducir la realidad, para exagerar la realidad, y para crear una realidad virtual. Por ejemplo, un médico puede utilizar simulación por medio de software para obtener experiencia valiosa en la realización de una operación quirúrgica complicada, sin necesidad de poner en riesgo al paciente humano. Un piloto en un simulador de vuelo puede practicar repetidas veces procedimientos de aterrizaje de emergencia que podrían salvar la vida de muchos. Y los arquitectos e ingenieros pueden usar tecnologías innovadoras a fin de modelar sofisticados métodos de diseño y de construcción que reduzcan la pérdida de vidas humanas y de daños a edificios causados por terremotos y otros desastres naturales.

En cada uno de estos ejemplos, un alto nivel de fidelidad en la simulación o el modelo contribuye a la eficacia de la experiencia. El término fidelidad indica la similitud entre la realidad y la representación de la realidad. Tal simulación puede ser constructiva si la fidelidad es alta y los propósitos son buenos; por ejemplo, brindar una experiencia que salve vidas o que mejore la calidad de vida.Sin embargo, una simulación o modelo puede llevar al perjuicio y peligro espiritual si la fidelidad es alta y los propósitos son malos, tales como experimentar con acciones contrarias a los mandamientos de Dios o inducirnos a pensar o hacer cosas, “porque es sólo un juego”, que normalmente no pensaríamos ni haríamos. El día de hoy elevo una voz apostólica sobre el posible impacto opresivo, sofocante, represivo y limitante de algunos tipos de interacciones y experiencias ciberespaciales en nuestra alma. Las inquietudes de las que hablo no son nuevas; se aplican igualmente a otros tipos de medios de comunicación, tales como la televisión, las películas y la música. Pero en un mundo cibernético, estos desafíos son más comunes e intensos. Les ruego que se guarden de la influencia de las tecnologías ciberespaciales que se utilizan para producir alta fidelidad y que promueven propósitos degradantes y perversos, lo cual entorpece los sentidos y destruye al espíritu.

Si el adversario no logra inducirnos a utilizar incorrectamente nuestro cuerpo físico, entonces una de sus tácticas más poderosas es engañarnos a ustedes y a mí, que tenemos espíritus encarnados, para que nos desconectemos gradualmente y físicamente de las cosas como realmente son. En esencia, nos alienta a pensar y a actuar como si estuviéramos en un estado preterrenal, sin cuerpo. Y si lo dejamos, puede astutamente emplear algunos aspectos de la tecnología moderna para lograr sus propósitos. Por favor tengan cuidado de no sumergirse y enfrascarse tanto en los pixeles, en los mensajes de texto, en los auriculares, en Twitter y en las redes sociales de Internet y en los potencialmente adictivos usos de los medios de comunicación y de Internet al punto que no reconozcan la importancia de su cuerpo físico y que se pierdan de la riqueza de la comunicación de persona a persona. Cuídense de las muchas formas de interacciones por computadora cuyas imágenes e información pueden tomar el lugar de la amplia gama de capacidades y experiencias físicas.

Consideren nuevamente el ejemplo que mencioné anteriormente de una pareja joven recién casada en la Casa del Señor. Un cónyuge inmaduro o insensato quizá dedique una cantidad exorbitante de tiempo a jugar videojuegos, a chatear en Internet o a permitir en otras formas que lo digital domine las cosas como realmente son. Al principio la inversión de tiempo quizá parezca relativamente inofensiva, justificándola como unos cuantos minutos de alivio necesario de las exigencias de un día ajetreado. Pero se pierden oportunidades importantes de desarrollar y mejorar las habilidades interpersonales, de reír y llorar juntos, y de crear un lazo profundo y perdurable de intimidad emocional. Progresivamente, la diversión aparentemente inocente puede llegar a convertirse en una forma de esclavización perniciosa.

Sentir el calor de un tierno abrazo de parte de nuestro compañero eterno o ver la sinceridad en los ojos de otra persona al expresar el testimonio todas estas cosas vividas tal como realmente lo son y mediante el instrumento de nuestro cuerpo físico se podrían sacrificar a cambio de una fantasía de alta fidelidad que no tiene ningún valor perdurable. Si ustedes y yo no estamos alertas, podemos llegar al punto de “deja[r] de sentir” (1 Nefi 17:45), tal como Lamán y Lemuel hace tanto tiempo.

Ahora bien, hermanos y hermanas, por favor entiendan. No estoy sugiriendo que toda la tecnología es intrínsecamente mala; no lo es. Ni tampoco estoy diciendo que no debemos usar sus muchas facultades en formas apropiadas para aprender, comunicar, elevar e iluminar vidas y para edificar y fortalecer la Iglesia; claro que debemos hacerlo. Pero elevo mi voz de amonestación de que no debemos derrochar ni dañar las relaciones auténticas por obsesionarnos con las artificiales. “Cerca del 40% de los hombres y el 53% de las mujeres que juegan juegos en Internet dijeron que sus amigos virtuales eran iguales o mejores que sus amigos reales, de acuerdo con una encuesta que se le hizo a 30 mil video jugadores realizada por… una persona que hace poco recibió su doctorado de la Universidad Stanford. Más de una cuarta parte de los video jugadores [que respondieron indicaron que] el momento emocional más destacado de la semana pasada ocurrió en el mundo de la computadora”.

Cuán importante, cuán perdurable y cuán oportuna es la definición del Señor de la verdad: las cosas como realmente son. El profeta Alma preguntó: “Luego, ¿no es esto verdadero?” (Alma 32:35). Estaba hablando de luz y bondad tan discernibles que se pueden gustar. Ciertamente, “los que moran en [la] presencia [del Padre]… ven como son vistos, y conocen como son conocidos, habiendo recibido de su plenitud y de su gracia” (D. y C. 76:94).

Mis queridos hermanos y hermanas, ¡tengan cuidado! En la medida en que la fidelidad personal disminuya en las comunicaciones por computadora y los propósitos de dichas comunicaciones sean distorsionadas, pervertidas y malignas, el potencial del desastre espiritual es peligrosamente alto. Les imploro que se alejen inmediata y permanentemente de tales lugares y actividades (véase 2 Timoteo 3:5).

Élder David A. Bednardel Quórum de los Doce Apóstoles
“LAS COSAS COMO REALMENTE SON,” Charla fogonera para jóvenes adultos 3 de mayo de 2009 • Universidad Brigham Young Idaho

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