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La capacidad y el potencial para bendecir



Me gustaría hablar un poco sobre medidas. Una medida es la norma por la cual determinamos la capacidad o la dimensión de una persona o de un objeto. Las medidas nos dan una base para hacer comparaciones. Si hablo de un joven de dos metros de altura, cualquiera tendrá una idea bastante exacta de la estatura de esa persona. También podemos decir que se puede "medir" lo que se espera de alguien.

Además, tendemos a evaluar a los demás según su apariencia física ó exterior: si la persona es o no apuesta, su condición social, su abolengo, los títulos que posee o su situación económica. Sin embargo, el Señor tiene una norma diferente para evaluar a las personas. Cuando llegó el momento de elegir un rey que reemplazara al rey Saúl, el Señor le expresó lo siguiente a su Profeta, Samuel: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura. . Jehová mira el corazón" (1 Samuel 16:7).

Cuando el Señor mide a una persona, no le coloca una cinta métrica alrededor de la cabeza para determinar su capacidad mental, ni alrededor del pecho para saber si es fuerte, sino que le mide el corazón, lo que le indica la capacidad y el potencial que tiene esa persona para bendecir a sus semejantes. ¿Por qué el corazón? Porque el corazón es el reflejo de la naturaleza de la persona. Para describir a un individuo, muchas veces empleamos la palabra "corazón" en las frases: describimos a alguien diciendo que "es puro corazón", que "tiene buen corazón" o que "tiene un corazón de oro"; también hablamos de personas que tienen mal corazón, corazón blando, corazón puro, corazón falso, corazón valiente, corazón de hielo, corazón duro, corazón de piedra o que no tienen corazón.

La medida de nuestro corazón es la medida del total de nuestras obras. En la forma en que el Señor emplea la palabra, el "corazón" de una persona indica su esfuerzo por progresar, por mejorar a otros, por mejorar las condiciones que afronta. Os sugiero que os hagáis la siguiente pregunta: ¿A qué altura estoy yo? Al final no seremos juzgados sólo por nuestras acciones, sino también por los deseos de nuestro corazón. Esta verdad se le reveló al profeta José Smith cuando sele mostró en una visión el reino celestial. La revelación se encuentra en (D. y C.137:7-9.)

Si nuestras obras y los deseos de nuestro corazón son la medida con que se juzgará nuestro carácter, ¿a qué altura estamos? ¿Qué clase de corazón quisiéramos tener? ¿Por qué clase de corazón oraremos? ¿Cómo debemos calcular el valor de otras personas?

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