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La luna de miel debe ser ocasión para que los cónyuges conozcan la mentalidad, las emociones, el cuerpo y el espíritu del otro. No es el propósito de ese período el participar en excesos sexuales. Lo que se debe programar entre la ceremonia del casamiento en el templo y el momento de regresar a vivir en serio no debe ser un cúmulo de diversiones mundanas.
Para los Santos de los Ultimos Días, la luna de miel y las primeras semanas de casados deben ser el momento para el descubrimiento privado en todos los niveles: físico, social, emocional y espiritual.En lo concerniente al sexo, así como en todos los demás aspectos del matrimonio, hay ciertos principios de virtud que deben observarse: “Si no es algo natural, sencillamente no se debe hacer. Eso es todo, Y la vida familiar debe conservarse pura y digna y en un nivel muy alto. Hay quienes han dicho que se permite cualquier cosa detrás de las puertas del dormitorio, pero eso no es verdad; el Señor no lo aceptaría” (Spencer W. Kimball, The Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 312).
Tanto el marido como la mujer tienen necesidades físicas, emocionales, psicológicas y espirituales que se relacionan con ese acto tan sagrado. Podrán complementarse dentro de la relación matrimonial si atienden de modo tierno y considerado a las necesidades de su consorte. Cada uno debe esforzarse por satisfacer las necesidades del otro en vez de usar esa relación tan importante tan sólo para satisfacer sus propias pasiones.
Las parejas descubrirán ciertas diferencias en cuanto a la necesidad o el deseo de cada uno de tener tal relación, pero cuando cada uno se esfuerce por satisfacer las necesidades del otro, esas diferencias no deberán presentar ningún problema serio. Todos sabemos que la relación íntima entre esposos se estableció para darles gozo a ambos. El esfuerzo por alcanzar ese justo objetivo permitirá que las parejas casadas usen el complemento de sus distintos temperamentos para realzar el goce de su unión. Las relaciones íntimas entre los esposos alcanzan su mayor valor cuando se basan en la bondad y ternura mutuas. Este hecho, apoyado por datos científicos válidos, ayuda alos recién casados a reconocer que el tal llamado instinto sexual es principalmente un mito.
La intimidad sexual no es una necesidad involuntaria y estrictamente biológica basada en la sobrevivencia, como lo son el respirar y el comer, La intimidad sexual entre esposos puede aplazarse o aun suspenderse durante largos períodos de tiempo, sin que ello tenga un efecto perjudicial (por ejemplo, por motivos de salud de uno o del otro). Ni el hombre ni la mujer están obligados a aparearse porque sus genes o sus hormonas así lo ordenan. Los poderes sexuales son voluntarios y controlables; el corazón y la mente los controlan.
Aunque el instinto sexual sea un mito,no se debe negar el hecho de que un matrimonio sí tiene necesidades físicas y emocionales que se satisfacen por medio de la unión sexual. Si ambos cónyuges consideran su naturaleza masculina y femenina como algo importante no algo que controla la vida sino más bien la complementa, entonces el convenirse en una sola carne puede ser una de las experiencias más sublimes y beneficiosas de la vida.
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