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Cuando yo pienso en David, me gusta recordarlo como al muchacho recto que tuvo el valor y la fé de enfrentar vicisitudes infranqueables, mientras que otros se mostraban vacilantes, y de redimir el nombre de Israel y enfrentarse con aquel gigante de su vida: Goliat, de Gat.
Bien podríamos evaluar detenidamente nuestra vida y sopesar nuestro valor y fe. ¿Tenéis que enfrentaros con algún Goliat?¿Tengo yo que enfrentarme con algún Goliat? ¿Se interpone ese Goliat entre vosotros y la felicidad que deseáis? Quizás vuestro Goliat no lleve consigo una espada, ni os insulte en público para obligaros a tomar una decisión a causa de la vergüenza de que otros escuchen el desafío.
Tal vez no mida tres metros de altura, pero es probable que se os presentará en una forma igualmente formidable, y el callado desafío que os extienda os podrá acarrear abochornamiento.
Para unos el Goliat se verá representado en el subyugante vicio del cigarrillo o en el insaciable deseo de ingerir alcohol.Para otros quizás se manifieste en el defecto de una lengua desenfrenada o en un egoísmo que cause despreciar a los pobres y a los oprimidos.La envidia, la codicia, el temor, la pereza, la duda, el vicio,el orgullo, la lascivia, el egoísmo, el desaliento: todos estos pueden constituirse en los Goliats de nuestra vida.
Ese gigante que nos corresponda enfrentar nunca disminuirá de tamaño ni perderá poder o fuerza con simplemente tener el deseo o la esperanza de que lo haga. Por el contrario, su poder y control sobre nosotros aumentará a medida que nos mostremos débiles.
La batalla para salvar nuestra alma no es de menor importancia que la que peleó David. Nuestro enemigo no es menos temible que aquel gigante, ni la ayuda del Dios Todopoderoso se encuentra a una distancia mayor que la que tuvo que salvar aquel muchacho.
¿De qué manera procederemos nosotros? Al igual que los motivos de aquel pastor de antaño, nuestra causa es justa. Se nos ha puesto en esta tierra no para fracasar ni ser víctimas de las tentaciones, sino para triunfar. Debemos conquistar a nuestro gigante; debemos vencer a nuestro Goliat
Así como David se dirigió al arroyo y buscó deliberadamente cinco piedras lisas, nosotros también debemos recurrir a nuestro manantial: el Señor. ¿Cuáles piedras lisas seleccionaréis para derrotar al Goliat que está mermando vuestra felicidad y robándoos de grandes oportunidades? Permitidme daros algunas sugerencias.
PRIMERO, BUSCAD LA PIEDRA DEL VALOR, Al examinar lasmcaracterísticas de los distintos desafíos de la vida, nos damos cuenta de que lo que resulta fácil de obtener muy raras veces es correcto. De hecho, el curso que nos corresponde seguir algunas veces nos parece imposible, inasequible y sin esperanzas. No se puede prescindir de la piedra del valor.
LA SEGUNDA PIEDRA ES LA DEL ESFUERZO. Me refiero al esfuerzo físico y mental. La decisión de eliminar alguna de nuestras faltas o de corregir algún punto débil es uno de los pasos implícitos del procedimiento que se sigue para lograrlo.
OTRA DE LAS PIEDRAS NECESARIAS ES LA DE LA HUMILDAD. Por medio de revelación divina se nos ha dicho que cuando somos humildes, el Señor, nuestro Dios, nos llevará de la mano y contestaránuestras oraciones (véase D. y C. 112:10).
Y AHORA, ¿HAY QUIEN SE ATREVA A SALIR A COMBATIR A SU GOLIAT SIN LA PIEDRA DE LA ORACIÓN? El reconocer a un poder más grande que el de uno mismo no significa, en manera alguna, auto degradarse, sino más bien sirve de exaltación.
FINALMENTE, RECOJAMOS LA PIEDRA DEL AMOR AL DEBER. Para cumplir con nuestro deber no basta simplemente con hacer lo que tenemos que hacer, sino en realizarlo cuando corresponde, nos guste o no.
Una vez armados con esas cinco piedras para lanzarlas con la poderosa honda de la fe, sólo nos queda tomar el cayado de la virtud que nos sostenga, y estaremos listos para enfrentarnos con el gigante Goliat, dondequiera, cuando quiera y como quiera que lo encontremos.
por el Presidente Thomas S. Monson
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