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He reflexionado detenidamente y con oración en algunos hermanos que son notablemente fieles, y eficaces testigos del Salvador y de Su Iglesia.
Sus ejemplos son inspiradores […] No hay un modelo exclusivo en lo que hacen, ni tampoco hay una técnica común […] Cada uno ha recibido una respuesta diferente, adecuada en particular para él y para las personas que conozca. Pero todos ellos comparten algo en común: Entienden por qué están aquí en la tierra y hacen lo que han sido inspirados a hacer debido a ese conocimiento.
Para hacer lo que hemos de hacer, tendremos que volvernos como ellos en al menos dos aspectos:
Primero, ellos saben que son los amados hijos de un amoroso Padre Celestial. Por eso, acuden a Él espontáneamente y a menudo en oración, y esperan recibir su orientación personal. Obedecen con mansedumbre y humildad, como los hijos de un Padre perfecto. Él está cerca de ellos.
Segundo, son agradecidos discípulos del Cristo resucitado. Saben por sí mismos que la Expiación es auténtica y necesaria para todos. Saben que han quedado limpios por medio del bautismo efectuado por los que tienen autoridad para ello y por haber recibido el Espíritu Santo…
Los que hablan con soltura y a menudo del evangelio restaurado valoran lo que éste ha significado para ellos y piensan con frecuencia en esa gran bendición. El recuerdo de la dádiva que han recibido les infunde el deseo de que otras personas la reciban. Han sentido el amor del Salvador.
Henry B. Eyring, en Liahona, mayo de 2003, página 30
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