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Los jóvenes que están tratando de mejorar en cualquier aspecto, deben ser sinceros consigo mismos y cuando se deciden a lograr algo deben trabajar con alegría y determinación, hasta que la promesa que se hicieron se convierta en realidad. No encuentro palabras suficientemente expresivas para dar a esta idea el énfasis con que quisiera imprimirla en la mente de mis jóvenes lectores.
Si nos habituamos a tomar decisiones con respecto a nosotros mismos, y luego no cumplirlas, este hábito nos hará ser descuidados en el cumplimiento de nuestras promesas a otras personas.La juventud debería siempre tener en cuenta el consejo que Shakespeare puso en boca del padre de Laertes, cuando éste se alejaba de su casa:"Sé sincero contigo mismo, y de ello se seguirá, como la noche al día, que no puedes ser falso con nadie." (Hamlet, acto I, escena 3, disertación de Polonio.)
Quisiera citar un relato que hizo en mí una profunda impresión durante mis días escolares, y que nunca he olvidado; su título es "Jamás te desanimes":
"En el carácter humano no existe un rasgo tan fundamental para el bienestar del hombre, como la firmeza; ésta es importante en todos los aspectos de la vida. Ante su irresistible energía, los obstáculos más formidables se convierten en simples barreras que se atraviesan fácilmente; las dificultades, que causan terror y desaliento a aquellos acostumbrados a la holganza, solamente provocan una sonrisa en la persona que tiene firmeza y determinación.
La historia de la raza humana, y ciertamente toda la naturaleza, están llenas de ejemplos que nos demuestran las maravillas que se pueden lograr por medio de una resuelta perseverancia y una labor paciente.Hay un relato que cuenta que Tamerlán, conquistador tártaro de fines del siglo XIV, que sembró el terror entre todas las naciones orientales y que casi siempre logró la victoria, aprendió una vez de un insecto una lección de perseverancia que tuvo extraordinario efecto en su carácter y éxito futuros.
En una oportunidad en que lo perseguían sus enemigos, se refugió entre algunas ruinas donde, por falta de otro entretenimiento,se puso a observar a una hormiga que tironeaba y luchaba por transportar un grano de maíz; sus vanos esfuerzos se repitieron 69 veces, y cada una de ellas, tan pronto como la hormiga lograba cierto grado de equilibrio, volvía a caer con su carga completamente incapaz de moverla; mas a la septuagésima vez, consiguió ponerse en camino triunfante con el grano de maíz.
Ese simple hecho dejó al maravillado soldado reanimado y entusiasta con la esperanza de una victoria futura. La lección de este incidente es muy significativa. ¡En cuántas ocasiones una vergonzosa derrota termina la carrera del cobarde y tímido, cuando un poco de perseverancia hubiera llevado consigo el éxito! La determinación es casi omnipotente.
Se cuenta de un orador parlamentario irlandés, cuya timidez le obligaba al principio a sentarse en medio de un discurso, que mortificado por su fracasó y conociendo la causa del mismo, un día le dijo a un amigo: "El problema está en mí y tengo que arrancarlo de mi ser". Desde aquel momento se elevó, brilló, y triunfó en una consumada elocuencia; su esfuerzo fue un ejemplo de verdadero valor moral. En una aguda observación, alguien dijo que no es precisamente por las dificultades que no nos atrevemos a vencer los obstáculos.
Por lo tanto, sed de espíritu osado y no os permitáis el lujo de tener dudas, pues éstas os traicionarán. En la búsqueda diaria de nuestra elevada meta, jamás nos permitamos perderla de vista ni siquiera por un momento; recordemos que más que por las grandes y evidentes ofensas, es por la omisión de pequeñas cosas que el hombre fracasa. El bien y el mal están en todas las cosas y en caso de duda, aseguraos de que no os decidís por lo malo.
Seguid esta regla, y cada experiencia será para vosotros un medio de avanzar."
Heber J. Grant,
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