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La caridad quizás sea, en muchos sentidos, una palabra que se interpreta mal. A menudo, equiparamos el concepto de la caridad con visitar a un enfermo, llevarle comida a algún necesitado, o compartir lo que nos sobra con aquellos que son menos afortunados. Sin embargo, la verdadera caridad es mucho, mucho más.
La caridad verdadera no es algo que se da; es algo que se adquiere y que llega a formar parte de nuestro ser; y cuando la virtud de la caridad se graba en nuestro corazón, nunca más volvemos a ser los mismos. Esto hace que el sólo pensar en la crítica sea repulsivo.
No es de extrañar en absoluto que una de las tácticas del adversario en los últimos días sea fomentar el odio entre los hijos de los hombres. A el le complace ver que nos critiquemos unos a otros, que nos burlemos o nos aprovechemos de las faltas que vemos en nuestros conocidos y que en general nos molestemos mutuamente.
Nefi profetizó que en los últimos días el diablo “… enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitara a la ira contra lo que es bueno” (2 Nefi 28:20).
Basándonos en lo que constantemente vemos reflejarse en los medios de comunicación, no hay duda de que Satanás está desempeñando a conciencia su tarea.
Con la excusa de informar al publico de las noticias, seguido se nos somete a escenas crudas que muestran casi siempre a todo color la codicia, la extorsión, los crímenes de violencia sexual y los insultos entre hombres de negocios y entre los adversarios deportivos y políticos.
Lo que nos indica mejor y más claramente si estamos progresando espiritualmente y acercándonos a Cristo es la forma en que nos. tratemos los unos a los otros.
Sed justos con vuestros competidores, ya sea en negocios, deportes o en cualquier otro aspecto. No os dejéis atraer por las charlatanerías de la actualidad tratando de “ganar” por medio de la intimidación o del menoscabo de la reputación de otra persona. Extended la mano a los que están afligidos, solitarios o cargados.
Si pudiéramos mirar dentro del corazón de los demás y entender los problemas que cada uno de nosotros tiene que enfrentar, creo que nos trataríamos mucho mejor los unos a los otros, con más amor, paciencia, tolerancia e interés.
Si el adversario puede influir en nosotros para que nos ataquemos mutuamente, para que nos busquemos las faltas, nos critiquemos y nos menoscabemos, para que nos juzguemos, nos humillemos y nos hagamos el uno al otro víctima del sarcasmo, habrá ganado la mitad de la batalla. ¿Por qué? Porque aun cuando esta clase de conducta quizás no se equipare con la de caer en pecados graves, en cambio sirve para anularnos espiritualmente.
El Espíritu del Señor no puede morar donde haya disputa, juicios, contención ni ninguna clase de critica maligna
La Lengua Puede Ser Una Espada Aguda Marvin J. Ashton - Abril 1992
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