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La experiencia brinda lecciones sumamente valiosas y, como resultado de su experiencia, usted puede beneficiar sumamente a sus hijos al instruirlos debidamente; pero ellos también necesitan aprender por experiencia propia. Participe usted, junto con ellos, enel proceso de aprendizaje y en la toma de decisiones a fin de que ellos estén preparados para el día en que salgan del hogar paterno y formen su propio hogar.
No olvide recalcar los reglamentos familiares relativos a situaciones tales como la hora de regreso a casa después de una actividad social, aconsejar con relación a la manera de desenvolverse entre los grupos populares de su edad, y explicar las tentaciones que surgen cuando las parejas pasan dos o tres horas solas. Pero los métodos dictatoriales pocas veces tienen un efecto positivo duradero. Su resultado será que el adolescente se rebelará abierta o secretamente y esperará con ansias el día en que pueda independizarse.
Debe asegurarse de que los reglamentos familiares sean claros y que las recompensas y los castigos sean congruentes; de lo contrario, ellos pondrán en tela de juicio muchas cosas que antes aceptaban. Ahora es cuando se les debe dar las razones de los reglamentos familiares. Tal vez desee explicar que la hora de llegada a casa por la noche se basa en la experiencia y sabiduría de la edad de usted, y no en que se oponga a que disfruten de los acontecimientos sociales y salgan con sus amigos.
Siempre resulta eficaz hablar en consejo familiar, en donde padres e hijos, antes de que surjan las situaciones que los ameriten, se acuerdan sobre reglamentos familiares y las recompensas que se darán y los castigos que se impondrán cuando no se obedezcan.
Considere la siguiente situación: Juan y María son los padres de Cristina. Varios amigos y amigas de Cristina la han invitado a un baile a ochenta kilómetros de distancia de su casa. Es un viernes por la noche y el baile termina a las once y media, así que sería imposible que los jóvenes llegaran a casa para la medianoche, que es la hora establecida para que Cristina llegue a casa los viernes. Para llegar a tiempo, tendrían que salir temprano del baile. Cristina se siente frustrada y comienza una agitada discusión familiar.
Cristina exclama:
—No confían en mí. Voy a la Iglesia, vivo la Palabra de Sabiduría, saco buenas notas en la escuela, siempre hago todo lo que me piden, y ahora que quiero hacer algo, no me dejan.
Su madre le explica:
—Eres una jovencita muy buena, Cristina, y estamos orgullosos de ti. Confiamos en ti lo suficiente para dejarte ir tan lejos con tus amigos. El problema es la hora de llegada. ¿No acordamos todos en el consejo familiar que la medianoche era una hora justa para los fines de semana?
Renuentemente, Cristina responde:
—Es cieno, pero ésta es una ocasión especial. Me lo he ganado.
—Te has ganado muchas cosas, y agradecemos el esfuerzo que haces —agrega su padre—. Pero lo que estás discutiendo es algo diferente. Lo que nos preocupa es tu seguridad.
—Mis amigos me van a acompañar hasta la casa para ver que llegue bien. Antes nunca habían dicho nada acerca de mi seguridad.
—Hay muchos peligros en la noche. hay muchas personas que se embriagan los viernes por la noche porque es cuando les pagan, y tenemos miedo de que te hagan daño.
—Siempre que salgo hay cierto peligro. ¿Por qué no me prohiben simplemente salir de casa y divertirme?
El tono sarcástico de Cristina lastima a sus padres, pero éstos se dan cuenta de que generalmente coopera y solamente está pasando por un momento emocional, así que no se molestan,
Entonces su madre le dice:
—Cristina, puedo entender tu desilusión. Es una lástima que haya tantas cosas feas en el mundo.
Con la esperanza de que la aparente comprensión de su madre signifique que tal vez pueda persuadirla,
Cristina suplica:
—Solamente esta vez, por favor.
En nombre de los dos, ya que él y su esposa lo han comentado en privado, Juan contesta:
—Es arriesgar demasiado, especialmente en este vecindario, Te amamos demasiado. Tomaremos el riesgo de darte permiso de ir al baile siempre y cuando regreses a medianoche.
Ahora Cristina está más calmada, pero aún tiene esperanzas.
—¿No hay alguna manera de que me den permiso de llegar más tarde?
Su mamá le contesta:
—Tu papá y yo estamos de acuerdo. En el consejo familiar tú aceptaste esta regla.
El papá, en tono de broma, dice:
—Estás en desventaja con nosotros, Cristina, porque tenemos mucha experiencia en este mismo asunto con tus hermanos mayores.
Y en tono más serio, continúa:
—Te queremos demasiado para cambiar esta regla familiar.
Cristina sale de la habitación molesta, pero lleva intacto su autorrespeto. Aunque se siente frustrada, no puede negar que sus padres la quieren. No puede pasar por alto el hecho de que anteriormente habían analizado a fondo el reglamento en cuanto a las horas de llegada en un calmado y ameno consejo familiar, y que ella había aceptado la regla.
Recuerde ser honrado y objetivo en sus comunicaciones con sus hijos, y hágalos responsables de los reglamentos que ya aceptaron.
Guia para los padres pag 53 -55
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